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Días calurosos, tiempos convulsos. Heridas que parecían curadas, vuelven a abrirse de manera torpe o intencionada. Existe un buen caldo de cultivo para ello. Tal vez no estaban curadas del todo. No habían cicatrizado bien y ahora supuran y vuelven a sangrar, con el alto riesgo que ello conlleva para el organismo. El resentimiento es un animal de hibernación, con ganas de morder y de arañar cuando se despierta.

Todos sabemos que, a lo largo de la historia, los conflictos son o han sido inevitables. Algunas generaciones han tenido la suerte de no haber vivido esas terribles contiendas que lo han arrasado todo a su paso. A millones de personas, en cambio, la guerra les ha tocado de lleno como actores, sin comerlo ni beberlo. La situación de amenaza a la libertad, la dignidad o la propia supervivencia era tal, que se sintieron en su derecho legítimo de defenderse y de pelear por los suyos. Pero, ¿es la paz solo un intermedio entre batallas?

Estos episodios de destrucción mutua, no siempre quedan como algo del pasado. Hay quien los lleva dentro y los mantiene actuales, los reabre y los resucita de sus cenizas, para que no pierdan su vigencia y su frescura. Sabemos que el germen del odio se propaga muy fácilmente. Se reabren viejas afrentas, que pasan rápidamente de los libros de historia a los manuales de consignas políticas. En esta circunstancia, unos pocos ganan y todos los demás, salimos perjudicados. Como en una pelea entre "Ultra Sur" i "Boixos Nois"...

La base de la convivencia es el diálogo, que quiere decir: escuchar al otro y respetarlo. Podemos no estar de acuerdo, podemos dar nuestras razones o considerar las suyas, por si nos aportan algo positivo. Si la cosa deriva hacia un monólogo, solo nos convencemos a nosotros mismos. La exclusión del otro no arregla nada. Pero lo empeora todo.

Educamos a nuestros alumnos para que resuelvan conflictos civilizadamente, sin imposiciones ni violencia, hablando entre ellos, y buscando un mediador, si es necesario. Les decimos que todas las lenguas son dignas de aprecio, estudio y admiración, puesto que expresan la voluntad y necesidad humana de entenderse, de comunicarse. Son fruto de una larga tradición. Un tesoro de significados compartidos, que hemos ido construyendo juntos y revueltos. Ninguna lengua del mundo debería imponerse, negarse o prohibirse.

Paradójicamente, uno de los temas de máxima actualidad en Menorca, es la prehistoria. El Foro Illa del Rei ha escogido, para su quinta edición, el proyecto de declaración del conjunto arqueológico de la cultura talayótica como "Patrimonio de la Humanidad". Deberíamos apoyar, unidos, la candidatura de este legado formidable.

Aquellos primeros pobladores no hablaban catalán ni castellano, y no entendían ni papa de inglés...¡pero ya eran menorquines!. Supongo que también discutirían por sus cosas. Eran hombres y mujeres que convivían con la luna, el sol, las estrellas, la tierra y sus frutos comestibles, el viento y las inclemencias meteorológicas. Ellos no se quedaron de brazos cruzados. Construyeron monumentos megalíticos que, muchos siglos después, tal vez podamos aprovechar turísticamente. Si la crispación no nos arrastra y las heridas no devienen una hemorragia, que nos arrebate todas las fuerzas disponibles.