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- Una Grahame Pearce, por favor – Gruesos goterones resbalaban copiosamente por su frente y cogote, mientras la sensación de sofoco se hacía casi insoportable. Aquel día tórrido de las fiestas de Sant Climent, quedó con los amigos para celebrar lo celebrable e intentar olvidar lo olvidable. Incluso estaban dispuestos a inventarse algún motivo, si hacía falta, para ahuyentar de su ánimo ese pesimismo ambiental que invade fácilmente a los incautos. Después de todo, las fiestas son una cuestión de voluntad, de colectividad, y trascienden lo cotidiano, lo individual y lo funesto.

Sombra, ingesta de líquido, baños, ventilador, aire acondicionado…necesitaba combatir el calor con todos los medios a su alcance: naturales o artificiales. Por tierra, mar y aire...
Empezó a tener extrañas alucinaciones…música clásica en S'Arravaleta, Dulce Pontes en el Teatre Principal, barcos de época en el puerto con las velas desplegadas, pavoneándose de su elegancia sobre las aguas…temía despertarse y comprobar que la realidad no era tan amable ni bella como él se imaginaba. Todo era debido, seguramente, a un golpe de calor. Veía tanta belleza natural, pasando a su alrededor, que apenas le quedaba margen para pensar con claridad, ni tenía tiempo siquiera para amargarse la vida.

Llegó a dudar de si todo aquello sería cierto. Si no habría mucho cuerpo escultural o rostro angelical, modelados por la poderosa cirugía estética. Botox, lifting, rinoplastias...Si se superan las barreras de la técnica y el presupuesto, hoy en día todo es posible. ¿Dónde está el límite? Y ¿Quién lo puede poner? La arruga ya es cosa del pasado. Pero nos quedan demasiado lejos, todavía, las operaciones de cirugía ética:

- Doctor, vengo a que me haga unos retoques. Unos cuantos remordimientos y unos principios nuevos. Tengo complejo, porque todos me llaman corrupto, trepa, egoísta y algunas cosas peores...

- No se preocupe, podemos arreglarlo...¿Quiere la factura con IVA o sin IVA?...Bueno, mejor me paga por anticipado, ya que tras la operación puede que sienta algunos escrúpulos desconocidos y querrá cumplir con el fisco...

Era tal su calentura, que llegó a ver a un nacionalista de Médicos Sin Fronteras; a los partidos políticos alcanzando el consenso en un tema de Estado; a la gente comportándose educadamente y con respeto mutuo; vislumbró una Europa unida en la diversidad, haciendo frente a los nuevos desafíos de un mundo complejo e interconectado...incluso vio dos diarios transformarse en uno...

Llegó a pensar que tenía fiebre. - Puede que haya sudado demasiado y me haya deshidratado. Dio un largo sorbo de cerveza autóctona para refrescarse. - Qué curiosa es la temperatura - pensó. Necesitamos un termostato que la regule. Ni mucha ni poca. Ni demasiada ni insuficiente. Ni fritos ni congelados...

Sus amigos vinieron a sacarlo de tamañas elucubraciones y él se lo agradeció vivamente. Ya empezaba a calentarse la mollera...y eso le hubiera amargado las fiestas sin remedio.