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Doña Esperanza se fue pero se fue poco, más en puridad se fue sin irse de la política. Ahora campa más ligera de ataduras que cuando era la presidenta de la Autonomía madrileña. Quizá por eso, a la primera oportunidad que se le presente, lanza directa una indirecta, incluso a los mandamases de su propio partido.

El otro día una periodista en el transcurso de una entrevista televisada, alcanzó a preguntarle si con el asunto de Luis Bárcenas, no tenían ya que haber rodado del PP tres o cuatro cabezas "pocas me parecen" contestó rápida doña Espe. Entonces el personal en sus malicias se preguntaba qué apellidos tenía pensados para esas cabezas, apareciendo de fijo entre otras la de Cospedal y la de Rajoy. Unos días antes, dijo "hay que renovar las aguas estancadas de los partidos políticos". Y en el corazón mismo del catalanismo más catalán dejó al ministro Wert, más tirado que una colilla en la puerta de un restaurante, cuando la señora Aguirre dijo: "Hay de catalanizar España". Me imagino que a Rajoy se le cayó en ese mismo instante la ceniza del Montecristo chaqueta abajo.

Siempre me pareció más una maniobra en el devenir político de esta dama recia de la política, que un motivo real de querer estar más tiempo con la familia, cuando de repente anunció, trabajándose la noticia con lágrimas en los ojos ante las cámaras de televisión, que dejaba la Presidencia de la Autonomía madrileña, dejando al personal más que boquiabierto.