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En democracia las mayorías absolutas se consiguen en las elecciones, duran cuatro años y legitiman al Gobierno de turno para ejercer su labor ejecutiva. Pero las circunstancias de la vida van variando poco a poco. El futuro se escribe día a día y lo que antes era blanco en unos meses se ha podido convertir en negro. En este impasse si al ciudadano no le gusta la deriva o los cambios de opinión que han tomado sus representantes tiene diversos mecanismos legales para mostrar su descontento, como las iniciativas legislativas populares o incluso promover una moción de censura, pero al final se tiende más a la protesta en la calle o a convocar una huelga para advertir a nuestros gobernantes del sentir que existe en la calle. En definitiva, hacer ruido para invertir la situación. Esto es lo que está ocurriendo en estos momentos con diversos temas, pero la estrella en Menorca es ahora mismo el conflicto que vive en la comunidad educativa. El Govern se aferra al programa electoral con el que consiguió la mayoría absoluta, mientras la oposición se sorprende y dice «!uy!, que susto». Esa letra pequeña...

Personalmente, me gustaría que se pudiera aplicar un sistema similar al anglosajón, en el que los diputados tuvieran que rendir cuentas ante sus electores cuando las cosas se complican. Recurramos al ejemplo Norteamericano. El señor Obama tiene que convencer a los congresistas (suyos y «enemigos») sobre la conveniencia o no de intervenir en Siria. ¿Y los políticos consultados qué hacen?: sondear a sus votantes antes de decir sí o no (calculan el riesgo electoral). Y aquí qué pasa, que nuestros representantes oyen el ruido y aguantan estoicamente. Nadie se salta el guión. ¿Veremos algún día una discrepancia sin el temor a ser expulsado del partido?