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La moda de correr se ha impuesto. Y es una gozada. Lo mejor para la ansiedad, para eliminar grasas, toxinas. Para oxigenar la sangre, para reunirte contigo mismo o con los demás. Además ¡te sale a cuenta a final de mes! Exceptuando al principio, porque unas buenas zapatillas hay que comprar. Y lo mejor, es más divertido según a qué hora vayas del día. Por las mañanas en el puerto de Maó -muy temprano, esa hora que cambia de oscuro a claro-, el abanico de deportistas es diverso, desde empresarios, expolíticos, párrocos, y otros personajes a quienes no conozco que nos saludamos y que sudan igualmente la camiseta, preparándose para su jornada. Según qué día, hay más gente corriendo que otros.

Cuando se acerca el fin de semana las zapatillas deportivas a penas se ven hasta que llega el lunes, tiempo para desprenderse de lo que deja la buena comida. Este deporte es tan sencillo que no necesitas pedir permiso. En el lecho del río Túria de Valencia la cantidad de corredores es increíble. Wow! Parece que regalen camisetas. Cuánta gente corre a las 7 de la mañana, no te sientes sola. De vuelta a casa me gusta observar, escuchar,... y es curioso cuando doblando la esquina, dejando el portón de un colegio, a medio metro, escucho a un niño que le dice a su padre «papá te puedo dar un beso aquí» y el padre le contesta «claro hijo». Me giro y veo que el chaval está en la edad del rubor, del «dame un beso aquí que delante de mis amigos me da un corte que me muero». Sonrío. Me parece ¡genial!, ¡chistoso! pero es que está en la edad. Y desde luego me gusta sentir su mundo. Y de repente se me cruzan nombres como los de Asunta, Ainhoa, César, José, Ruth,... niños que les han interrumpido su inocencia porque sus padres no tenían, seguro, esa sensibilidad de seguirlos de cerca y sonreír o reírse con ellos. De acompañarles en su crecimiento. Cierro la puerta y cuando la abro ya es otro día lluvioso en Londres, y correr en Hyde Park con las ardillas no tiene precio.

Es tal la afición a este deporte prehistórico que se hacen páginas webs; hay agencias de viajes que se especializan en maratones; hasta arrasan los libros sobre este fenómeno deportivo. Ahora recuerdo uno del escritor y traductor japonés Haruki Murakami -Premio Internacional de Cataluña entre muchos premios más-, «De qué hablo cuando hablo de correr» (2008) que lo importante no es llegar el primero a la meta sino llegar corriendo pues la mayor frustración para él es andar, antes que llegar a la meta. Toda una filosofía, no hay que obsesionarse en llegar sino en hacer las cosas bien y a un ritmo. Esta taza me sabe a tónica, chispeante y amarga.

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