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Felipe González dijo que un expresidente del gobierno es como un jarrón chino ¿Lo dijo porque son caros? ¿Lo dijo porque no se sabe dónde colocarlos? Quizá lo dijo por ambas razones a la vez. El caso es que los expresidentes que yo conozco, salvo honrosas excepciones, tienen mucho en común: no renuncian a los privilegios que la ciudadanía les pagaba cuando ejercían; siguen cobrando después de forma vitalicia por más que en su país, la crisis tenga atrapados a miles de compatriotas en el umbral de la miseria, como es por ejemplo el caso de España.

PP y PSOE, a los que tanto les cuesta estar de acuerdo en algo, se unieron sin ningún problema a la hora de eliminar cualquier intento de los otros grupos políticos de acotar las carísimas prerrogativas de los ex presidentes, que entre otros privilegios, tienen el de cobrar su pensión, y ¡que pensión!, mientras tienen otros sustanciosos emolumentos privados como asesores o cualquier otro cargo en los consejos de administración, por ejemplo de Gas Natural (Felipe González) Endesa (José María Aznar). Puestos que sin duda no tendrían de no haber sido antes presidentes de gobierno.

Los expresidentes autonómicos también tienen sus privilegios regulados según la Autonomía, por ejemplo, un decreto reguló el Estatuto de los exlehendakaris, disponiendo que entre otros privilegios, puedan contar con una oficina, una secretaria de su elección, además de coche con chofer. ¡Vaya, vaya! ¡Qué caro salen los jarrones chinos!Es muy raro el caso de un expresidente autonómico o del gobierno de la nación, que una vez que deja de ser presidente, vuelva al trabajo que tenía. Por ejemplo, cuando Rajoy deje de ser presidente ¿volverá a su antiguo oficio de registrador de la propiedad en Santa Pola? ¿A qué no? No, porque al igual que los de su club, le vendrá como un maná caído no del cielo sino gracias al cargo que ocupaba, y entre otros privilegios, podrá dar conferencias, escribir libros, previo acuerdo económico sustancioso con alguna editorial de relumbrón, o le ofrecerán una poltrona y despacho para que vaya cuatro veces al año a un consejo de administración, vaya usted a saber si en Telefónica o en el Banco de España, por poner algún ejemplo. Pero esto no pasa solo aquí. Fíjense cómo le va al exprimer ministro británico, Anthony Charles Lynton Blair, más conocido como Tony Blair.

Después de dejar la política presidencial no se ha dedicado al oficio que tenía antes, que era el de abogado en derecho sindical. Y ha optado por dedicarse a lo que se dedican el común del club de los expresidentes: asesorar empresas, y curiosamente, como los expresidentes españoles, del sector energético.

La ciudadanía podrá pasar por grandes penurias, pero ellos, los ex, son una casta aparte, por más que su gestión el tiempo que gobernaron, fuera regular, mala o nefasta. Así da gusto.