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Incongruente somanta la que me administra desde Palma mi casi única corresponsal, la profesora emérita de francés, novia mía in illo tempore, que me dejó por un fascista rico que la llevaba a los toros y, más tarde, al descubrir a Paulo Coelho, se cayó del caballo, se divorció y se afilió al PSOE. Y de ninguna de sus tres gestas se ha recuperado todavía, y últimamente, a sus 70 y pico de años, me escaneó una foto suya enarbolando una banderola contra el TIL...

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«Cómo te atreves tú, convicto y confeso autodidacta, figura que tú mismo catalogas entre entrañable y  patética, a maltratar de mala manera nada menos que al premio Nobel  de Literatura, Mario Vargas Llosa, despotricando contra su última novela , El héroe discreto?».   

Pues sí, me atrevo:  y ya sé de mis limitaciones, sí señora, pero ellas son mi riqueza en potencia, aunque es cierto que con los años se va agostando el esplendor de la hierba, y se desvanece quedamente el acre perfume de las feromonas… Y tu ataque, lo mismo que la exaltación de Vargas Llosa, son ad hominem: sé muy bien que «El Chivo» era una novela brillante y sustanciosa, mientras que la que yo criticaba aquí el sábado pasado, poco o nada tiene que ver  con ella: no es lo mismo escribir que redactar, otro arriesgado  veredicto del  auto-didacta. La cita sobre «el estado ontológico del ánimo» viene en la página 274. ¿Realmente has leído el libro?