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La primera información sobre la escultura dedicada al «Atlante» me llegó distorsionada. La escueta convocatoria de prensa se refería a la presentación de una escultura y la asistencia de Quetglas. Imaginé que el Ayuntamiento quería representar en el puerto la figura del titán al que Zeus condenó a soportar sobre sus hombros los pilares de la Tierra, y que la obra sería del gran escultor Matías Quetglas. Después descubrimos que se refería al barco donde fueron asesinadas 75 personas en los primeros días de la guerra civil y que Miquel Quetglas era el representante de los promotores de la idea. Todo ello antes de que se desatara la polémica.

La matanza del «Atlante» es un hecho terrible, quizás el más execrable de la guerra en la Isla. Los familiares de los asesinados, si piden un acto de recuerdo, es justo que se les atienda. En Es Castell ya se hizo hace años y en el cementerio hay una capilla dedicada a ello. Sin embargo, los familiares pedían una placa y el Ayuntamiento les da una escultura de catorce metros. Quizás con reponer la placa, en condiciones, y un acto de reconocimiento en Cala Figuera hubiera bastado.

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Sin embargo, la idea del equipo de Águeda Reynés estaba meditada y además no tiene vuelta atrás. La escultura de Mila Ahedo está terminada, se encuentra en una nave del polígono industrial de Maó, a punto para ser instalada en los próximos días. Ya no es momento para discutir el proyecto, puesto que hay una factura de 16.000 euros que habrá que abonarse.

Las víctimas, todas, se merecen que las autoridades trabajen por la reconciliación, sobre todo cuando hay heridas abiertas.

Maó ha avanzado y no poco en la mejora del puerto. Quizás habría sido mejor idea contratar a Matías Quetglas para levantar una figura, como una columna de los valores más humanos.