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La vasca parece una política agazapada, a espera de los acontecimientos que vayan surgiendo de la zozobra especulativa que aliente o desaliente al independentismo catalán es sus afanes secesionistas. En román paladino, se trata de que Cataluña haga al gasto y luego, según resultados, actuar en consecuencia. Algo de todo esto hizo el Molt Honorable señor Mas, no acudiendo al Congreso y dejando que fueran otros los que recibieran 'más que una estera', acordándose muy mucho del vapuleo que otrora le dieron al lehendakari señor Ibarretxe cuando se vino a Madrid a pedir lo mismo que habría pedido él de no haber estado escarmentado en cabeza ajena.

No hay más que analizar el trazo gordo de la letra de lo que el día 20 de abril traía en el discurso del Aberri Eguna, Iñigo Urkullu. Los nacionalistas vascos están decididos a convertir a Euskal Herria en otra nación europea.

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Mientras tanto, el gobierno de Cataluña con Mas enarbolando lo que quieren que sea su nueva bandera, siguen en sus trece, sin que les haga desistir la lógica y rotunda negativa cosechada en el Parlamento. Es como si para ellos la ley, o no existiera o les diera igual lo que diga porque en su hoja de ruta no viene como es preceptivo que ellos tengan que acatarla. Ni siquiera se les ocurre pensar que tan anárquico comportamiento pueden encontrárselo un día en su propia ciudadanía si, siendo ya independientes, dictan leyes que recorten a los catalanes las libertades que ahora tienen o que una dura presión fiscal les deje la buchaca completamente escurrida. Entonces puede suceder que el pueblo catalán decida no hacer caso, simplemente imitando al señor Mas y su gobierno actual, cuando otrora se sintieron completamente liberados de cumplir con las leyes del estado al que pertenecían, para bien o para mal, como cada autonomía con todas sus consecuencias.

Cuando lo que se pretende conseguir no es factible dentro del estricto cumplimiento de la ley, y no obstante se opta por tirar por la calle de en medio, se coloca uno al margen de la ley y eso rara vez sale bien pero casi nunca gratis. Lo malo además, por añadidura, es el ambiente de confrontación que se genera abriéndose heridas donde no las había, unas heridas infectadas por unos antagonismos imprudentemente alimentados desde las atalayas de la política interesada y partidista. Y  las heridas infectadas no cicatrizan o dejan cicatrices tan profundas que mantienen siempre peligrosamente vivos los motivos que las generan.

El resto de la ciudadanía española estamos a la espera de acontecimientos para ver en qué acaba todo esto, como si con los problemas que tenemos no fuera ya más que suficiente, como si no nos sirviera de nada lo que está pasando ahora mismo en otras zonas de Europa donde a fuerza de apagar el fuego con gasolina pueden terminar los unos y los otros chamuscándose algo más que las pestañas.