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En la vorágine de este fin de semana, entre el fragor de la final española de la Champions y el estrépito de las elecciones europeas, Menorca conoció la muerte de dos personas -apreciadas y conocidas por los cargos públicos y las responsabilidades desempeñadas- que ayer tarde despedimos en la iglesia de Santa Maria de Maó.

El sábado, de forma repentina, falleció el comandante de Artillería Rafael LeSenne Blanes, que en 1985 renunció a su carrera en el Ministerio de Defensa para dedicarse en cuerpo y alma a la modernización de la Policía Municipal de Maó y la organización del Servicio de Emergencias de Menorca. Llevó a cabo una acertada labor en Maó y el Consell en la que puso de manifiesto sus dotes de mando y coordinación.

Y a primera hora de la mañana conocíamos la noticia de la muerte del capitán de la Guardia Civil Luis Sanz Alvarez, después de haber padecido y afrontado una larga enfermedad. Al igual que LeSenne, Sanz tampoco había nacido en Menorca, pero se integró y trabajó para los menorquines. Además de su carrera profesional en el instituto armado que fundó el duque de Ahumada, el capitán Sanz, colaborador del MENORCA se licenció en Derecho y desarrollaba sus aptitudes literarias tanto en la narración como la poesía.

Ambos, con vocación militar, fueron hombres de acción, decididos y con visión de futuro, que actuaron con eficacia y lealtad.

En Luis Sanz y Rafael LeSenne hallamos un importante punto de coincidencia: sabían entender a los periodistas, eran conscientes de una necesaria relación de colaboración, basada en la mutua confianza y el respeto a la prudencia ante los operativos y los servicios puestos en marcha.

Marchan dos buenos amigos; Menorca pierde a dos hombres que marcaron su época porque supieron dar respuestas y soluciones cuando los menorquines los necesitaron. Descansen en paz.