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Escucha Juan -susurró el anciano-, el hombre recorre en el curso de su trayectoria por este mundo varios caminos: el laboral, el social, el espiritual etc. De entre todos ellos siente especial debilidad por el de los placeres. No hay otro como éste. A los 40 años, sin embargo, está aún a medio camino, por haber dedicado su tiempo y sus esfuerzos al camino familiar... Y sucede que a esta edad se combinan varios factores que despiertan su vocación por llegar de una vez por todas hasta el final... A partir de entonces combinará las obligaciones con los goces... Dos caminos incompatibles. Este es el problema que tiene el hombre a los 40. Pero, por sí mismo, no tiene ningún tipo de crisis.

La primera crisis que tiene el hombre es a los 50, cuando termina de recorrer el camino de los placeres... Porque, al llegar a su término, se encuentra que ha remitido también la ilusión por ellos, y me refiero a la ilusión en estado puro: la ilusión juvenil, uno de los pilares que le sostiene. A los 50 será entendido y experimentado, pero sin ilusión, aunque, bien es cierto, nunca perderá el gusto, incluso puede ser más voraz... No confundamos.

Tú, Juan, así como todos los que a tu edad no han constituido todavía una familia, acabáis antes el recorrido. Habéis dispuesto de tiempo para ir hasta el final. Entráis en la crisis diez años antes que los demás... Este es la causa de los socavones, de las sensaciones anómalas, agrias, que te asaltaron en su día.

Pero esto es sólo una parte de esta crisis. La otra, paralela a ésta, la revierte, en su contexto, aún más complicada... ¿Cuál es esta otra parte?... Verás... Ciertamente a los 50 el hombre está todavía en la flor de la vida, sin embargo esta flor ya no tiene la delicadeza de la apertura, sino la crispación del repliegue, además ha dado ya cumplida respuesta a todas sus expectativas, a todas sus ilusiones...Se ha quedado vacío...Es entonces cuando aparece el fruto, el espíritu, que ha ido conformándose a lo largo de su andadura, ignorado, sin espacio, apretujado en el trastero del sentimiento; y despunta raquítico, en mal estado, sobre todo en los hombres, por ser la mujer un ser más espiritual...Esta es la otra parte de la crisis...la aparición del fruto, del espíritu.

Es el momento en el que se nos invita a recorrer de una vez por todas el camino espiritual;... es el momento en el que una voz interior masculla: ¡Manos arriba!

Se acabó la juventud... da comienzo la senectud.