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Todos, en mayor o menor medida, sois hipócritas. Tú, sin ir más lejos, tuviste que serlo cuando un conocido te presentó a la novia que se había echado y te preguntó: "¿A qué es mona?". Y, mirando a la susodicha, que parecía la versión femenina de El Muñeco diabólico, le respondiste: "Sí, muy mona". A la postre, fue una mentirijilla piadosa, aún más teniendo en cuenta que "mona" es palabra polisémica ("mona", entendida como guapa o "mona", amiga inseparable de Tarzán). Pero existen unos hipócritas muy especiales: los educados.

- ¿Hipócritas educados? - Sí –te contestas-. Como el que te telefonea, de noche, tarde, para preguntarte cualquier memez y te dice aquello tan socorrido de "Sé que no son horas de llamar, perdona, no quería molestarte, pero…" Pues si lo sabes, capullín, si sabes que esas no son horas, ¡no llames, tío! Y si no querías molestarme, pues eso, llamas, ¡desgraciado! - Te pasó ayer… - Sí, cuando estabas dulcemente traspuesto viendo a Mas, preguntándote si era realmente Mas en un telediario o Charlton Heston conduciendo al pueblo hebreo en la peli "Los diez mandamientos". - ¿Y? - Existe ese otro falso bobalicón. El que, pese a la vecindad, no te saluda, pero que, de pronto (el fenómeno ocurre invariablemente en septiembre), se vuelve extremadamente simpático y locuaz… Tras largos años de silencio, el tío se desvive ahora por ti y te inquiere por tu salud, tu familia, tu estado de ánimo, para, finalmente, dejar caer esa coletilla que ya conoces en demasía: . Y lo deja ahí, como si el bobalicón fueras tú… ¡Pues vale! –piensas entonces, un tanto asqueado-. Hipócrita, pero educado… - No sé si decírtelo – te suelta otro con la malsana intención de inquietarte-. - Pues no me lo digas, cabroncete… - Seré breve –te suelta un tercero-. ¡Échate a correr que la cosa va para largo! - Me asquea tener que sincerarme contigo. - ¡Déjalo! ¡Déjalo! ¡No vayas a vomitar! - Espero no aburrirte… - Yo también lo espero, yo también… La lista –lo sabes- sería interminable… Y el virus se va extendiendo… Así, a la hora de la siesta, ya no es el conocido impertinente de turno quien te telefonea, sino una compañía de seguros o de cualquier otra rama para venderte las bondades de un producto y rogarte que te apuntes al "chollo". Y tú, cabreadillo -¡natural!- le espetas: - O sea: que usted me llama a las tres de la tarde, cuando, afortunadamente, ya no soñaba con Mas, pero sí con Shakira y pretende que yo le compre una aspiradora… ¡Qué le den! Y es que, en ocasiones, a uno lo sacan de sus casillas y deja de ser educado y bobalicón… - Son… - Maleducados educados o educados maleducados. Pervierten el lenguaje para disfrazar su egocentrismo y su particular interés. Abusan. Os toman por tontos. E irrumpen en vuestras vidas sin un atisbo de consideración, verdadera amistad o respeto… Por eso… - ¿Por eso? - Tendréis que defenderos. - ¿Cómo? - 1.- A la coletilla: "Sé que no son horas…", responderéis: "me alegro de que lo sepas" y, salvo emergencia, colgaréis el teléfono. 2.- Al latiguillo: "¿Qué tal, cómo estás, cómo te va?", contestaréis: "ya sé que tengo a un hijo tuyo en clase." 4.- Al "seré breve", "y yo más" (¡patitas para que os quiero!) 5.- Al "me asquea tener que sincerarme contigo…", "¿sincerarte tú?" (aquí se echará una hiriente carcajada). 6.- Al "espero no aburrirte"… Silencio (ya habrás desaparecido). Te asquea cuando el mal se maquilla de bondad. Por eso te molestan los hipócritas, en general y los hipócritas educados, en particular. Los que, amparados en aparente buena fe, quieren emponzoñar vuestras vidas, amistades, relaciones y hasta vuestra salud psicológica y social. Suelen ser, a la postre, amargados que, incapaces de rehacer sus vidas, se contentan con deshacer las ajenas. Y os toman por tontos. Porque os dejáis… U os habéis dejado, hasta ahora…
pá que"¡Ah, por cierto, este año tienes a mi hijo en clase!"
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3.- A la inquietante: "No sé si decírtelo", "lo sabes, pero me importa un kínder."