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Divulgar la vida privada de los Reyes no es fácil. De ahí que estas líneas se publiquen con retraso y como fruto de tu enfado, el que provocan anualmente en ti. Aunque las reticencias hacia ellos te vienen de lejos. Para empezar dirás que sospechaste, ya de niño, de su irrefrenable alcoholismo. Tu padre depositaba para ellos, en la noche de cada día cinco de enero, junto a la ventana de su dormitorio, tres copitas de coñac que, a la mañana siguiente, aparecían vacías. «Es para el frío» - te decía tu padre, que cada seis de enero amanecía especialmente alegre-. Era cuando pensabas que si los reyes de marras se zampaban lingotazos en cada una de las casas que visitaban, la cogorza estaba asegurada. Por eso a Paco, un amigo, le regalaron una muñeca y no el fuerte del Far West que había solicitado. Y ya tienen al pobre Paquito, jugando en plena calle con una muñeca, rodeado de niños malpensados que le decían no sé qué de mariposón. ¿Se equivocaron? ¡Natural: iban pedos perdidos! Y, ya en faena, les confesarás que no tenías igualmente claro lo de los camellos. También había tres copitas para ellos, pero de agua. Ya conocen el aserto: «Los camellos sólo beben agua, ¡no sea usted camello!» Pues eso: que cuando veías las copitas para los susodichos animales te inquirías: «¿Y cómo diablos se las van a tomar? ¿Cogiendo las copas con las patas? Pues va a ser que no… ¿Con la lengua?... Tampoco. ¡Menudo cacho de lengua!» Entonces te diste cuenta de que a los niños se les tomaba por tontos y que los mayores mentían mucho. De ahí que exista tanto corrupto: empezaron con algunas mentirijillas y… ¡Ya ven! El problema es que esos desgraciados -los corruptos- no únicamente toman por tontos a los niños el día de Reyes, sino a todos los españoles y durante el año entero. Y eso ya es pasarse: ¿no les parece?

Y el odio fue arreciando. Porque nunca te dieron lo que les pediste. Y sí a otros: Jorge Javier Vázquez pidió un zoológico de juguete y le trajeron «Sálvame»; Belén Esteban, experiencias repletas de adrenalina y, tras cada operación, las tuvo al mirarse al espejo; un torero, vacaciones navideñas y salió de la cárcel, entre otras cosas porque matar, en este puñetero país, sale baratito… ¿Cómo dicen? ¿Este año? Este año no ha sido la excepción: les pediste una novia, un milloncejo de euros (¿qué es eso, sino calderilla, en la España de la picaresca institucionalizada?) y una mansión para fardar… Y te trajeron una Barbie (¡alguien pensará que eres un degenerado!), un Monopoly y una casita de Playmóbil. Y ahí me tienen, como Paquito, por el barrio con la muñeca de los kinders, aguantando miradas un tanto enojosas… Por eso, si algún día logras caber en la casita de Playmóbil, no saldrás más a la calle y jugarás con Barbie al Monopoly… Aunque, de esta última experiencia, el responsable tal vez seas tú, porque, a la postre, no fue feliz ocurrencia dejar en la ventana tus bambas sucias… Quizás los reyes cogieron otro tipo de cogorza, no etílica, pero sí olfativa…

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Entiendo que a Cayo Lara no le dejen ni carbón, por republicano y que se hayan olvidado de Mas, ante la disyuntiva de si, para ir a Cataluña, era ya preciso o no contar con pasaporte… ¿Pero a ti, un triste funcionario que lleva años salarialmente congelado, al que le jorobaron un cinco por ciento de la nómina y al que le hurtaron hasta una paga extra? ¡No, hombre, no, no es de recibo!

Por eso has decidido pasar ya de los Reyes y hacerte corrupto. Como conseller que eres (del Consejo Escolar del insti, no crean), intentarás recalificar el patio del Ramis y construir ahí un campo de golf y unos apartamentos que, aunque pequeñitos, serán siempre mayores que la casita de Playmóbil. Y una vez forrado, te pasearás con tu Barbie en un Ferrari, inmortalizando el prodigio en un selfie y whatsappeándolo -para jorobar- a los Reyes Magos de los cataplines, esos que destrozaron tu infancia y, ya puestos, la de Paquito…