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Platón dijo que todos estamos de acuerdo en que hemos venido a este mundo para ser felices,... y que nuestras divergencias empiezan cuando definimos la felicidad.

Todos estamos de acuerdo también dn que no es posible ser feliz si falta el trabajo, la pensión, la sanidad; o sea, si falta la base. Sin ella la construcción psicológica –sin sosiego, equilibrio, seguridad, etc.- se derrumba. En cambio, sin carencias, el hogar anímico se erigirá, en lo alto, sólido, compacto; eso sí, como apunta Platón, distinto al del vecino, por nuestros diferentes modos de enfoque y construcción.

Se debería instaurar un sistema en el cual nadie careciera de la solidez necesaria para edificar con eficiencia la felicidad. Y el único, vislumbrado, que gozaría de consenso sería el siguiente:

Si todos los que han desfilado por el mundo, los que todavía estamos en él y los que recalarán en un futuro nos reuniéramos antes de nacer, desconociendo lo que aquí nos espera, lo que aquí seremos: inteligentes o torpes, ricos o pobres, de familia pudiente o necesitada, con trabajo o sin él, etc., abría acuerdo en cuanto a que los que resultaran acaudalados pagaran un canon proporcional a las penurias de los necesitados, de manera que nadie tuviera jamás las espaldas descubiertas. Un fondo de seguridad sin duda ideal que solidificaría la base para ser feliz una vez hubiéramos aterrizado. Y les puedo asegurar que serían escasas las personas que se arriesgarían al temor que infunde una carta tapada.

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En cierta ocasión un personaje político se desplazó hasta una aldea rural. Predicaba: «¡Al que tiene dos coches hay que quitarle uno y dárselo al que no tiene!, -aplausos-...¡al que posee dos casas hay que quitarle una y dársela al que no tiene!, -más aplausos-...¡al que tiene dos vacas hay que quitarle una y dársela al que no tiene!...-los aplausos se convirtieron entonces en protestas, oyéndose claramente: ¡Eh, cuidado, nosotros tenemos dos vacas!»...

Si se instaurara este canon terrenal, consensuado, de ayuda al necesitado, una vez en el planeta, nadie se afanaría en tener dos vacas o bien las escondería para no pagar la tasa. Así es la naturaleza humana. Y hay que entenderla... Ahora bien si, como se prevé, en 2016, el 10 por ciento de la población mundial poseerá la mitad de las vacas que hay en la tierra, si los gobiernos no atajan la desigualdad creciente, esto ya es harina de otro costal.

Se debería buscar una solución en el obsoleto marco de la ONU para tener todos la base en la que asentar la felicidad.

florenciohdez@hotmail.com