Les hablas a tus alumnos de la Generación del 98 (¿para cuándo la del 15?). E inicias la charla explicándoles el concepto de generación, término que no tienen muy claro. A modo de ilustración, les hablas de la tuya y, de pronto, abren los ojos, abandonan la abulia de clase en mañana recién estrenada y atienden a lo que les dices. Porque les suena a irreal… Les resulta difícil concebir que, tras dieciocho años, la sombra de una guerra civil aún cubriera los cuerpos y las almas de tus vecinos. Naciste en 1957. Las sombras de las locuras siempre son así: perennes. Esa, aunque diluida, pervive incluso hoy entre vosotros. Y alucinan cuando les describes el teléfono negro colgado de la pared; las dificultades para poder estar a solas con la chica de tus ojos; las penurias económicas; las ausencias de agua corriente, nevera y televisor; las tiendas de comestibles en las que se fiaba; las puertas jamás cerradas; las calles únicamente alteradas, no por automóviles impensables, pero sí por los gritos de unos niños metidos a futbolistas o por los cantos de mujeres que, tendiendo la ropa, alejaban fantasmas de su pasado, de su presente y de su futuro; la música clásica y el mundo teñido de morado en Semana Santa…
Contigo mismo
Lo que no debisteis perder
Puede que la nostalgia cubra de miel los recuerdos, obviando lo malo y potenciando lo bueno
06/02/15 0:00
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