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Acabamos de celebrar el Día de la Mujer, que todavía tiene que celebrarse porque todavía existe una violencia machista que en España se ha llevado a la tumba, desde 2003, a casi 800 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas a machetazos, a tiros, a golpes. Todavía hay una brecha salarial que hace que las mujeres ganen en este país un porcentaje menor que los hombres en los mismos puestos de trabajo (en 2014, según un informe de UGT, alcanzó el 24 por ciento, el dato más alto de los últimos cinco años). Todavía hay un techo que deja fuera de los puestos directivos y de responsabilidad a las mujeres, y no hablemos de la ciencia.

Todavía se penaliza el aborto como si no fuera éste un derecho de la mujer (dueña de su cuerpo), que debería ser libre y gratuito y apoyarse en la educación, no en la imposición/dictadura. Todavía son amplia mayoría las mujeres que asumen el trabajo diario de la casa (sólo en el 16,6 por ciento de los casos, se distribuye a partes iguales en las parejas o familias) y los cuidados de niños, mayores y personas dependientes que, con los recortes de esta presunta crisis, han sido abandonados aún más a su suerte (y sobre todo, a las triples jornadas no remuneradas de las mujeres de cada familia afectada por los recortes). Todavía tenemos que ver anuncios sexistas que tratan a la mujer (y a las niñas, ya desde los catálogos de juguetes) como si fueran un jamón sin cerebro (un jamón operado, eso sí, o retocado con photoshop siguiendo un canon de belleza mercenario e irreal que arrastra luego enfermedades y trastornos a veces mortales). Porque existe el acoso y el abuso sexual que ya avisa desde los pequeños machismos cotidianos. Porque las mujeres todavía no están incluidas ni siquiera en algunos partidos de cambio, como en la Grecia de Alexis Tsipras: con un gabinete de Gobierno con cero mujeres. Porque las mujeres siguen siendo esposas de o novias de, por encima de sus profesiones y trayectorias. Porque siguen existiendo categorías como literatura de mujeres'y porque triunfan películas y libros como «50 sombras de Grey», con una mujer frágil, vigilada y sumisa como manual sexual y de conducta para muchas ciudadanas.

Como no han faltado todos estos motivos y otros que no caben aquí pero que duelen igual, en Menorca se ha celebrado también este día internacional y he sido testigo (y parte) de algunos de los homenajes y reivindicaciones que arrancaron, en mi caso, el jueves: primero, con la decisión del concurso de microrrelatos organizado por el Ayuntamiento de Maó «100 paraules per la igualtat» (enhorabuena a las ganadoras: Sílvia Olives Capella y Maria Rotger Julià) y por la tarde, en el Ateneu, entre el público, disfrutando de un recital de textos escritos por escritoras, bailarinas, científicas y artistas, con piano intercalado. Reflexiones sobre el hecho de ser mujer para el viaje de vuelta con algunas frases revoloteando: «Pinto flores para que nunca mueran», decía Frida Kahlo.

El sábado siguió la agenda con el espectáculo flamenco de La Lucena que el sindicato CGT organizó en el Espai Sant Josep de Ciutadella. Fuerza femenina: a los tacones, La Lucena y al piano, Esperanza Rotger, acompañadas por la guitarra de Joan Torres y la voz de Alejandro de Jérez, «El Pipa» (las letras, en cambio, no siempre tan acordes y es que las canciones esconden a veces esos mensajes que han ido formando la idea machista y errónea de lo que es el amor, y no sólo en el flamenco: escuchen y verán).

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Por último, «Rescatadas», la fiesta grande (por lo que nos tocaba a las implicadas). La velada literaria celebrada en la cafetería Ànima de Ciutadella contó con Rosa Lleonart como maestra de ceremonias y con relatos inspirados en mujeres anónimas y conocidas de la historia, creados y leídos por algunas participantes de los talleres de escritura que coordino, tanto en esta cafetería del Hotel Tres Sants como en la librería La Torre de Papel. La sala estaba llena: la emoción siempre ocupa espacio.

Después del maratón, las conclusiones. La educación es la clave para ir tachando motivos y la igualdad no es un índice, es una actitud. Se dan pasos, sí, pero el camino es largo y colectivo (los recursos públicos son imprescindibles y no recortables).

Alguien me dijo que el 8 de marzo debería llamarse el «Día de las Mujeres», por la variedad de circunstancias que tienen que sortear según el ámbito, el lugar y el boicot que afecta a las mujeres en cada caso por el hecho de poseer vagina en lugar de pene. Me gustó la idea pero un único día me parece poco, así que propongo que sean siempre los «Días de las Mujeres» y que sean todos. Y que seamos todos.

@anaharo0