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Deberían ser sinónimos. Pero no lo son. ¿Lo político es, hoy, lo correcto? Y, sin embargo, os llenáis la boca con esa expresión hipócrita. ¿Cuántas veces lo políticamente correcto no habrá sido más que una manera, muy sutil, de disfrazar políticas incorrectas? Os quedáis en lo formal para obviar el fondo. Es decir: optáis por la apariencia, antes que por la verdad, por las palabras, antes que por los hechos. Así, un «queridos/as amigos/as» puede parecer un avance en la igualdad de la mujer. Y, por parecerlo, satisface ya conciencias. Pero lo que cuenta es que, independientemente del sexo, a idéntico trabajo, idéntico sueldo. Lo que vale es la conciliación familiar. Lo que sirve es el respeto que no anida únicamente en el uso del lenguaje. No te sientes menoscabado como hombre si alguien te habla de alpinistas (ni exiges su alternancia con alpinisto) o de periodistas o de electricistas… Y te la trae al pairo que se aluda a una mujer como médico o juez (y no médica o jueza, términos, por otra parte, admitidos, de manera políticamente muy correcta, por la R.A.E.), porque lo que importa es que esa mujer acceda, en igualdad de condiciones, a esas profesiones y sea respetada por ello. Probablemente, y dadas sus habilidades, os barrería… Conoces a mucho gallito y a mucho machista anacrónico e incurable que, sin embargo, a la hora de expresarse, es, políticamente, de lo más correcto. Y no creo que ninguna mujer inteligente tenga que sentirse herida por el uso de «los hombres» cuando te refieras al conjunto de los seres humanos, como tampoco lo haría un hombre sensato ante el término (femenino) humanidad…

También esa moda alcanza ciertas actitudes. El hombre/la mujer políticamente correcto/a (o viceversa, ¡cuidado!) no se mezclará en ningún fregado. Lo suyo, más bien, será un «sí, pero no» o un «no, pero sí y, tal vez, todo lo contrario»… ¡No vayamos a espicharla!

En el cosmos de la imagen, de las palabras huecas, de los burgueses disfrazados de progresistas y huérfanos de estadistas, lo políticamente correcto se ha mudado en religión laica, en corriente ideológica sin ideología, en pose, frecuentemente pija, que a uno le hace sentirse bien y aceptado, aunque el mundo (que no se pretende cambiar por el compromiso que eso conlleva) se derrumbe alrededor…

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Has vivido otras modas parecidas. Durante el franquismo se estipuló igualmente lo que era políticamente correcto (aunque no se utilizara el primero de los términos). Así, no eran correctos los muchachos que llevaban camisas rosas, ni las mujeres que fumaban, ni los hombres que lloraban, ni los españolitos/as que no iban a misa…

Lo sientes, pero estás harto, ya, de tanta imbecilidad. La defensa de la mujer y su consideración como un igual ha de sostenerse en los hechos, en el respeto que se les adeuda desde hace demasiado, en la acción y no en la banalidad. Porque si permanecemos en esta última, ningún avance significativo se producirá. Salvo el de sentirnos falsamente redimidos. Y, en lo concerniente a lo otro, a las actitudes, resaltar que llega siempre en la vida el insoslayable momento en el que uno ha de pronunciarse y optar por un sí o por un no…

Y con cierto sentido de humor –esperas- cierras el artículo, anhelando un mundo en el que las médicos puedan ser cada vez más y atender, en sus consultorios, a los alpinistas que se han pegado un leñazo… Una sociedad equitativa que no se quede en lo formal, sino que penetre en los contenidos. Un país en el que los sueldos no entiendan de sexos, donde los machitos emigren sin retorno y los machistas carezcan de público. Una nación de seres humanos y no de sexualidades. Donde primen preparación e idénticas oportunidades, aunque en vuestros escritos se os escape algún que otro «estimado señor» en solitario. Pero pedir eso, en esto que suele denominarse España –temes- es como exigirle a vuestros/as bienpensantes/bienpensantas que utilicen, de una puñetera vez, el sentido común…