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Hace varios meses el gerente del hospital Mateu Orfila, invitado por uno de los profesionales del Servicio de Cirugía, accedió a un quirófano para conocer in situ el desarrollo de un acto médico, concretamente una reducción de hernia estrangulada.

Tanto el cirujano, Alberto Gil, como otro médico, Alejandro Fernández, presidente de la Junta de Personal del centro sanitario, explican que Manuel Yebra no participó en la intervención, no utilizó instrumental quirúrgico, como se dijo; y subrayan que no fueron vulnerados ni los derechos ni la intimidad del paciente.

Aquel hecho, que ha trascendido ahora, ha motivado una reacción en tromba del PSOE y PSM que ya han anunciado una pregunta oral en el próximo pleno del Consell para pedir explicaciones y conocer «la valoración de la máxima institución menorquina»; han solicitado la destitución inmediata de Yebra como gerente del hospital; han reclamado la comparecencia del conseller de Salud del Govern balear, Martí Sansaloni, ante la Diputación Permanente del Parlament; y también han pedido «explicaciones inmediatas» a los responsables políticos de la Conselleria. Incluso, que esta actuación del gerente sea puesta en conocimiento de la Fiscalía.

Corresponde a los partidos de la oposición controlar la acción de gobierno, pero la eficacia y credibilidad de su actuación dependen del acierto al dimensionar la crítica, que ha de ser proporcionada a los hechos. Porque constituye un error confundir los deseos con las realidades y aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para elevar a la categoría de escándalo en la sanidad pública menorquina lo que, en realidad, fue una actuación sin maldad, autorizada por los responsables del área quirúrgica, que no interfirió el funcionamiento de los actos médicos.

Al sobredimensionar y magnificar lo ocurrido es muy fácil transformar un ratón en el cas de les rates als voltants dels quiròfans.