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La Justicia ha archivado la querella contra el concejal de Ahora Madrid, Guillermo Zapata, por un presunto delito de humillación a las víctimas del terrorismo en sus tuits sobre Irene Villa y las víctimas del holocausto. El juez entiende que se trata de 'humor negro' y entra dentro de la libertad de expresión, haciéndose eco al mismo tiempo del hecho de que la propia Irene Villa recibió el chiste con filosofía y elegancia; es lo que tiene, una vez que te han dejado sin piernas es mejor tomarse a broma las chorradas que dicen de ti, quitarte las prótesis y apoyarlas en una roca cuando vas a Menorca a tomar el sol y seguir con tu vida. Porque al final no era más que eso, una mayúscula sandez de mal gusto lo que pasa que en boca, o tuit, de alguien que iba a gestionar la cultura de la capital y que ha acabado admitiendo que la víctima le ha dado una enorme lección de dignidad. Zapata ha tenido suerte, porque si en vez de meter en el cenicero del 600 a los judíos se le ocurre dibujar una viñeta del profeta quién sabe, podría haber perdido algo más que la barba en su osadía de cruzar la delicada línea de lo políticamente correcto. Esa que nadie define con claridad, que en algunos momentos funciona y en otros no, y que algunas personas quebrantan y les queda moderno y gracioso, y a otras sin embargo les marca para siempre.

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Yo titulo esta columna 'humor de color' porque al hilo de lo que queda bien o no, recuerdo cómo hace años una profesora de periodismo, británica de origen nigeriano y de raza negra, me reprochó que en un texto hablara del mercado ilegal como 'mercado negro' diciéndome que era una expresión claramente racista, y que los blancos siempre identificábamos a la gente de su color con todo lo negativo. Bochorno aparte, con el tiempo reconozco que tenía su parte de razón, que el lenguaje guarda todavía muchos clichés, y que solo depende de los zapatos que calces, es decir, de tu sensibilidad y del lado en el que la vida te ha puesto. Mi profesora Aldeola llamaría a ese juez que exculpa a Zapata racista, por calificar con el color que ella lucía orgullosa una broma pésima, insultante y desagradable.