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El hombre precristiano tomaba anotaciones de sus experiencias, de sus observaciones, de sus reflexiones y de sus sentimientos en aras de poder discernir las previsiones de Dios. Le llevaban estos apuntes –vigentes aún hoy en día- a analizar su propio carácter: avanzadilla del espíritu, núcleo divino, invisible y universal, embrutecido por los genes, por la capa terrenal y sobre todo por el mal uso.

El carácter tiene propiedades invariables. Es del mismo material y del mismo color. Nunca cambia. Puede pasar, eso sí, de un tono intenso a uno pálido, pero no a otro cromado. Una persona mantiene de ordinario la misma compostura,...a no ser que se emborrache y entonces en vez de azul, será roja. También puede suceder que el tren de la vida le pase por encima y no reaccione a tiempo. Sin embargo su calidad es variable y depende única y exclusivamente de su interés por mejorarla.

A una cierta edad, en general, se procura pulir el carácter. La amabilidad, el rigor, la comprensión, etc., son además piezas valiosísimas que se pueden incrustar mientras van lijándose las deficiencias. Y conviene esforzarse, no sólo para ganarse el cielo, sino también la tierra, donde se valoran más las buenas maneras y la solidaridad que otras propiedades de las que incomprensiblemente nos ufanamos. ¡Cuantas personas mueren sin renunciar a ser el primero, lo que provoca rechazo, en vez de procurar ser el último, admirado por la mayoría! Y es que la gente noble quintuplica a la ruin y reconoce las virtudes sean del color que sean.

En los umbrales de la senectud sería recomendable hacer ejercicios espirituales, -lo mismo que físicos- para desvelar lo que nos hace sentir sólo bien en vez de lo que nos hace sentir bien y al mismo tiempo mal. Porque lo conseguido mezquinamente por un lado se desperdicia por el otro. Seguir empeñados en ser nosotros mismos, cuando podemos ser otrosnos mismos, es perjudicial para nuestros intereses, tanto terrenales como celestiales.

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En el carácter se encuentran ensambladas nuestras dos fracciones contrapuestas. Una de ellas suma y multiplica, la otra resta y divide. Cada acción se computeriza en el cosmos, minuciosamente, con exactitud. Mejora o agrava la media de nuestra calidad humana en el Banco del Universo...

Si se resta o divide hipotecamos nuestro espíritu.

Si se suma o multiplica recibimos dinero universal.

Nos sentimos mejor.

florenciohdez@hotmail.com