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Hay mucha más gente que muere por suicidio que por accidente de tráfico. Casi el doble, según los últimos datos del INE. En Menorca se suicidaron 27 personas en los dos últimos años controlados (2013 y 2014) las cifras más elevadas desde que se recopilan los datos (2000). Para evitar los accidentes de tráfico se invierten millones de euros en campañas de publicidad y se incrementan las sanciones. Para evitar los suicidios nadie levanta un dedo.

Quizás porque en el fondo pensamos que no hay motivos para evitarlos. Se trata de una decisión personal. Hay quien incluso defiende la idea de que en casa deberíamos tener un set para un caso de despedida urgente. Desde este punto de vista, la vida es lo único que realmente nos pertenece y ese sentido de la propiedad es lo que crea una línea roja para que nadie se entrometa.

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Esa sentido de la privacidad se aplica también a los niños. Nadie discute que una madre le dé un bofetón a un niño en público. Rajoy le dio un cachete a su hijo por decir una tontería futbolística en la radio. Antes sucedía lo mismo con los hogares, aunque en su interior hubiera una mujer sufriendo malos tratos, nadie se atrevía a llamar a la puerta.

El problema del suicidio son las causas. ¿Quien se despide toma la decisión con libertard? Curiosamente, los suicidios crecen cuando más penuria económica existe. ¿Es justo que alguien se suicide acuciado por las deudas?

Menorca no tiene más suicidios que el resto del Estado. Las medias a largo plazo se aproximan bastante. Sin embargo, la dificultad para evitar una desgracia, no es una excusa para que no exista algún tipo de protocolo de prevención. Alguien en algún momento puede intuir un suicidio. Un accidente de tráfico deja un trauma en muchas familias. Un suicidio también.