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Quienes pretenden reabrir un falso y artificial debate sobre la participación de las mujeres en la qualcada de Sant Joan, deben plantear primero si debe ser suprimida la figura del caixer senyor y reemplazada por un caixer batle. En caso de respuesta afirmativa, ya no celebraremos Sant Joan, sino algo muy distinto. De la misma manera, la incorporación de la mujer a la qualcada implica desnaturalizar el sentido de esta fiesta.

Porque el papel que desempeñan las mujeres en las fiestas de Ciutadella no es justo ni injusto, sino que se corresponde con la gran escenificación de origen medieval que hoy celebramos como un espléndido signo de identidad, tradición y cultura popular. Estas fiestas han evolucionado y han registrado numerosos empelts transformaciones –por ejemplo, la introducción del caixer fadrí-, pero si apelamos a la Constitución para reivindicar aquello que carece de encaje y significado, incurrimos en el error. Olvidamos que constituyen una representación de una sociedad estamental desaparecida que no se corresponde, naturalmente, con el estado de Derecho del siglo XXI.

Pretender igualar las fiestas de Ciutadella con las que se celebran con caballos en otras poblaciones de Menorca carece de lógica y sentido, porque tanto los usos y costumbres como los Protocols que rigen la organización y composición de la qualcada en la ciudad de Poniente no tienen nada que ver con los criterios de los otros municipios.

El papel de la mujer en esta fiesta no se limita exclusivamente a la entrega de la bandera por la esposa del caixer casat. Muchas mujeres intervienen, participan y colaboran activamente tanto en la preparación como en la celebración de una fiesta centenaria, que admiran y respetan. Un último apunte. El hombre, como la mujer, no puede acceder a la qualcada de Ciutadella. Solo los payeses. Y durante un siglo, únicamente 75 residentes en la ciudad: 50 caixers casats y 25 caixers fadrins menestrals. ¿También es injusto? Tengamos la fiesta en paz.