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Vivimos tiempos con la sensibilidad a flor de piel y hemos de tener mucho cuidado con lo que decimos para no molestar a nadie. Usted perdone. Hay mucha diferencia entre lo que está de moda o se lleva en ese momento, y lo que se considera obsoleto, ofensivo, caduco o anticuado para la mayoría. Lo políticamente incorrecto ni se menciona. La opinión pública tiene la fuerza ciega de una ola y puede castigar cruelmente al que la contradice o se atreve a cuestionarla. Incluso tenemos que inventar palabras nuevas (o las inventan en inglés y nosotros las traducimos) para poder nombrar lo innombrable.

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Hay tabúes, eufemismos, neologismos o esnobismos a punta pala. Inventamos cualquier cosa para no hablar claro y parecer creativos. Por eso nos anuncian que la palabra del año, según el Diccionario Oxford, es «posverdad». La verdad ya no importa. Lo que más influye en la gente son las emociones primarias y las creencias irracionales. Las redes sociales pueden manipular la información hasta límites insospechados. Y además te hacen creer que eres único y que recibes publicidad casualmente sobre lo que habías estado buscando hace un rato por Internet. Ya no te engañan ni te mienten ni te timan ni te toman el pelo… ahora se llama posverdad. Te decimos lo que quieres oír para que hagas lo que queremos que hagas. Luego, cuando has elegido, nosotros rectificamos… todo era broma. Apechuga. Es la posvotación y te posfastidias.