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Nadie hubiese imaginado, hace no tanto tiempo, lo que pasa hoy por normal y cotidiano. Y si las cosas se están acelerando de manera exponencial, ¿qué nos hace suponer que podemos adivinar lo que veremos dentro de veinte o treinta años? No todo lo incierto es negativo, por supuesto. Aunque siempre habrá de todo en la viña del Señor. Se habla mucho de la inteligencia artificial y de los robots. De la genética y los avances médicos. De la educación del futuro que abrirá puertas desconocidas hacia nuevas proezas humanas. También afrontaremos los retos y calamidades que nos acechan, sin sospecharlo siquiera, como siempre hemos hecho hasta ahora.

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Imaginemos que los robots sustituyen a los políticos. Androides programados de manera que sean incapaces de actividades corruptas, con una gestión eficiente de los recursos públicos. Pagarán impuestos sin cometer fraude y sin prometer lo que no estén capacitados para realizar. ¿Quién no tiene un robot de cocina o un cajero automático en el banco? Las máquinas van sustituyendo las labores que antaño eran exclusivamente humanas. El mérito está en programarlas bien, si queremos evitar disgustos. Nadie sabe a ciencia cierta lo que pasará en el futuro porque nos equivocamos bastante en nuestras previsiones y cálculos. La realidad nos sorprende a cada paso, dejándonos con la boca abierta… unos se asustan por lo que pueda ocurrir, otros se ilusionan con lo que podremos lograr.