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Jessica Farrar, congresista demócrata de Tejas, ha propuesto una ley para multar con cien dólares a los hombres cada vez que se masturben. Considera un derroche cada emisión de semen fuera de una vagina o de un centro médico, ya que no va destinada a crear un embarazo. Podría interpretarse como un acto contra un niño por nacer. Naturalmente, se trata de una curiosa forma de protestar contra las leyes que limitan el acceso de las mujeres al aborto y la planificación familiar. Vista desde el plano de la igualdad entre el hombre y la mujer esta propuesta no puede ser más justa. Lo que ocurre es que la igualdad siempre topa con la genética, porque ni los hombres pueden quedarse embarazados ni las mujeres ejercer de hombres en ese sentido. Los más conservadores dirán que la naturaleza es sabia, los más progresistas afirmarán que es injusta. Lo cierto es que de momento los cambios de sexo tropiezan con esta barrera, hasta que se dé el caso de un varón que quede encinta y sea capaz de superar con éxito el período de gestación. Entonces, cuando los hombres tengan que ponerse en el rol de las mujeres, es posible que las cosas cambien definitivamente.

La proposición de ley de Jessica Farrar tiene un par de inconvenientes. El primero es cómo detectar si un varón se ha masturbado y cuántas veces. En ese sentido la proposición no es en absoluto original. Hace muchos años que la masturbación está condenada por la Iglesia con el pecado mortal. No sé si el pecado mortal se puede borrar con cien dólares, pero sí sé que nos enseñaron a lavarlo en confesión, y que el confesor solía preguntarnos: «¿Cuántas veces, hijo mío?». Ahí estaba ya todo resuelto. No hacía falta llevar el cómputo de las masturbaciones, porque tenía que calcularlo el interesado, si no quería condenarse en el infierno.
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Condenarse en el infierno era entonces una cosa seria, algo que duraba para toda la eternidad, de donde se infiere que era mucho más caro de cien dólares. Ignoro lo que hará ahora la Iglesia con las pajas, puesto que el papa actual anunció que en realidad no existe el infierno, es decir, lo han quitado, que es como decir que ha habido una amnistía general de pecados mortales. Otro inconveniente de la propuesta de ley de Jessica Farrar es el hecho de que las mujeres también tienen la capacidad de masturbarse, con lo que si multamos la masturbación masculina y no penamos la femenina, que cuando menos rebaja las ganas de realizar el coito, la igualdad se resiente.