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Guarda el continente africano misterios y leyendas, cuyo paisaje y paisanaje es en verdad único, atrapando a los que un día llegamos a esas tierras tras los pasos literarios de Adolf Overweg, Günter Tessmamm. Friedrich Wilhelm o Juan María Schuves.

Aberdares tiene 767 km2. En esta fantástica zona de Kenia, dicen quienes lo saben, que se encontraba la princesa Isabel. Subió a una acacia siendo princesa y bajó siendo reina. La caza en este bosque está compuesta de bongo (muy rarificado) eland (el antílope más grande y alto de África, es como un caballo), también se puede ver al gato serval que no he conseguido aún fotografiar, el elefante es bastante común igual que el león, leopardo y babuinos, cuyas manadas pueden ser de más de 200 individuos; la potencia de su mordedura coloca a este mono como animal muy peligroso. En nuestro coche de safari entró uno, sin duda al olor de la comida. María estaba discutiendo con un bocadillo, tuvimos que salir del coche más deprisa que corriendo. Se ven muchas especies de aves algunas de un corte y plumaje espectacular, como el secretario o serpentario o el águila pescadora africana. El serpentario es un experto en la captura de serpientes, incluso muy tóxicas.

Al día siguiente nos fuimos al Monte Kenia, 5.199 m de altura. Si piensan que nuestro Monte Toro tiene 300 m, tendrán una idea aproximada de la grandiosidad del lugar. En su falda un noble inglés quiso que le construyeran una mansión realmente espectacular por lo majestuoso del edificio. Su porchada en un entorno verde con árboles gigantescos. Se puede ver estando cómodamente sentado en un butacón los antílopes atiborrándose del verde y jugoso pasto. Tuvimos el privilegio de almorzar en ese espectacular recinto, donde sí se está atento veremos algún faco, vimos uno muy grande y un leopardo bebiendo en una charca no muy lejos de algunos elefantes y ese animal que a mí me parece imponente, los solitarios búfalos cafre. Este inglés dueño de animales y tierras no se molestaba en salir a cazar, probablemente le bastaba con abatir sus trofeos sentado en su porchada, mientras saboreaba una ginebra helada. Algunos han gozado en vida de un cielo privativo, de una época y de una fortuna escandalosa.

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En la reserva nacional del Lago Nakuru un maasai con un tirachinas mantenía a raya a una plaga de monos atentos a cualquier oportunidad de hacerse con un trozo de pan, carne en salda, fruta o incluso alguna botella de agua, que han aprendido la técnica de abrirla. Antes según me contaron, les daban un mordisco y por los agujeros hechos con los caninos bebían. La zona debido probablemente a la fauna salvaje, sobre todo monos de «testículos azules» tiene garrapatas. María os lo podría garantizar. Al cambiarse la ropa después de un largo safari, es obligado repasar todo el cuerpo y toda la ropa.

Navegar por el lago Naivasha en una vetusta canoa, sin nada de quilla y menos aún de orza, tiene su particular subidón de adrenalina, porque hay mucho hipopótamo. Unos paisanos que se entretienen en volcar las canoas y un hipopótamo medianamente adulto de un bocado puede partir a un hombre por la mitad. Quien llevaba la canoa, se conoce que por agradar, se acercaba a los grupos de hipopótamos a menos de 10 m, mientras yo pensaba, como decía aquel político español «manda huevos», que manera más tonta de ser candidato a salir en algún telediario de mi país como protagonista de un drama africano.

Podría escribir un libro relatando mis viajes a África, me faltarían páginas para terminar de contar anécdotas y sucedidos. Algunas dan risa, otras se lo garantizo, a mí me dieron escalofríos. Una mañana después de algunas horas de safari, tenía que hacer pis sí o sí. Se lo dije a mi guía y paramos al borde de unos matojos, todo parecía tranquilo. De mis pies se levantó una liebre, si no igual muy parecida a las que tenemos aquí en España mientras mi guía vigilaba, entre otras cosas porque la tranquilidad en la sabana africana nunca está garantizada del todo. Había localizado una bamba negra de más de dos metros enroscada en una acacia. En otro momento por no hacer este artículo excesivamente largo, ya les contaré algo de este tipo de serpiente, la más venenosa y letal de África…. Sí, quizá, aunque solo sea para mi familia escriba ese libro. Si lo hago, lo acompañaré de un abundantísimo y preciosista documental gráfico. Sí…. Creo que lo haré.