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Me cuesta creer que unos (Puigdemont y los independentistas) y los otros (el Estado, Rajoy y los constitucionalistas) sean tan torpes. La cadena de errores es realmente sorprendente y sospechosa. Con episodios intermedios que obvío, se pueden enumerar algunos. Error 1: Puigdemont celebra un simulacro de referéndum sin garantías. Error 2: Rajoy permite una acción policial durante las votaciones con excesiva violencia. Error 3: Puigdemont no convoca las elecciones cuando tuvo la oportunidad de hacerlo y evitar así el 155 y la cárcel. Error 4: el fiscal general, nombrado por el Gobierno, aplica toda la mano dura posible y pide que la jueza los mande a todos a la cárcel. Error 5: Puigdemont se va a Bélgica.

Si pensamos que a los políticos inteligentes que nos gobiernan les interesa encontrar soluciones, ¿por qué lo que consiguen con sus actuaciones es empeorar la situación?

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Si planteamos la cadencia de los hechos como una partida de cartas, con una lógica distinta al procés, quizás nos demos cuenta de que cada uno tiene un plan y actúa en consecuencia. Los independentistas quieren imponer sus tesis, no por la violencia, sino con el voto. Ya sabían que el referéndum no valdría y quizás ya tenían en sus planes la convocatoria de una elecciones que volverán a ser un plebiscito sobre la independencia y contra el Gobierno.

A Rajoy tampoco le salen mal sus planes. La corrupción ya ha pasado página e incluso los tribunales han cambiado el reparto de actores principales. Correa y Bárcenas ya entran sin cámaras. Además la dureza con los catalanes ya daba antes un impulso a la expectativa de voto y ahora más.

En conclusión: Rajoy y Puigdemont se aprovechan de su distanciamiento y no tienen la menor intención de enfriar, dialogar y pactar. Al menos hasta el 22-D. Y, mientras, dejan que la justicia les haga el trabajo sucio.