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El código moral y el código jurídico no tienen por qué coincidir. Por ejemplo, con ETA que aparte de lo que pueda decir el código jurídico hay un código moral no escrito, al igual que hay unos dirigentes que se conforman con qué pidan perdón, un código laxo porqué está bien que pidan perdón ¿pero cómo se puede saber que ese perdón es sincero? ¿Qué dificultad puede tener un individuo en pedir perdón si no tuvo, pongo por caso, ningún impedimento moral en colocar un explosivo en Hipercor ocasionando una matanza?

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Salvadas sean todas las distancias que por supuesto las hay, ¿de qué sirve que algunos dirigentes catalanes digan que acatan el artículo 155 de la Constitución si durante años lo han ignorado? Son los mismos que no hicieron ningún caso de lo que les prohibía el Tribunal Constitucional o el Tribunal Supremo y, sin embargo, ahora sorpresivamente para salir de la cárcel, acatan un artículo de la Constitución. No sé por qué, pero eso me recuerda aquel personaje bíblico que cambio su primogenitura por un plato de lentejas. Algunos han aguantado muy poquito, muy poquito entre rejas, antes que todo su hervor independentista se les fuera por el desagüe del 155. Los de «ni un paso atrás» más que paso han dado una zancada al aceptar lo que les retrata como volubles. Les ha bastado unos días a la sombra para convertir el artículo 155 en su particular plato de lentejas. No son para nada ejemplo de personas convencidas de lo que pretendían, más bien han demostrado una moral voluble, ¿acaso pensaban que hacer lo que querían hacer era como un juego para niños mal criados? Históricamente algunos hombres y algunas mujeres se han pasado gran parte de su vida tras las rejas, sin que la privación de libertad hiciera mella en sus ideas ni en el convencimiento de sus ideas políticas, mientras otro y otras apenas les ha dado tiempo de conocer a los vecinos de celda y han perdido el culo buscando la salida. ¿Y ahora qué piensan hacer? ¿Van a seguir engañando a los que aún creen que Catalunya es ya una república? Cuesta creerse que se pusieran a pregonar la república catalana sin tener prácticamente nada preparado a sus efectos todo lo que es menester en una empresa de esta naturaleza, sin tener para sí que el que bien ata, bien desata. Para estos casos hay un refrán catalán que avisa a los incautos: «No digas blat que no sia al sac y encara ben lligat». A los acelerados, a los que no han sabido manejar la virtud de la paciencia hasta tener las cosas bien preparadas, les ha pasado lo que advierte otro refrán catalán cuando dice: «Un boig en fa cent».

La jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela, en su informe al juez del Supremo Pablo Llarena, considera que los que han liderado el proceso secesionista catalán han actuado como una «organización criminal» actuando unidos a espaldas de la Constitución y las leyes. Parece lógico pensar que la señora jueza de la Audiencia Nacional, debe saber muy bien de lo que está hablando, puntualización la suya que escapa a una mera opinión hecha en la barra de un bar. Tampoco admite dudas que donde debe estar una organización criminal no es precisamente en la calle. Puede que algunos a lo hecho no les den importancia, sin embargo han quebrado gravemente la convivencia de la sociedad catalana, han quebrado con extraordinaria gravedad el sometimiento y el respeto a la ley para quienes se reivindican precisamente de políticos, quebrando de paso leyes catalanas, y no digamos la confianza de las empresas y de los bancos. Todo eso no puede sustanciarse mirando para otro lado, ni en la credulidad de tener que creer que ahora sí de repente, respetan el artículo 155. A buenas horas mangas verdes. «Al ladrón no se le puede perdonar lo que robó porqué ahora lleve unos meses sin robar».