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Son esas cosas que nos reserva la casualidad y que para bien o para mal nos pasan con cierta frecuencia. En este caso la sorpresa fue sumamente agradable. A la sazón andaba yo el otro día por la zona madrileña de Ríos Rosas, en un Madrid excesivo de tantas cosas y también escaso de otras, aquí nadie conoce a nadie y dar los buenos días o las buenas tardes es como ir a por pan en cama de galgos, es decir, algo inútil. No sé por dónde tendría yo la cabeza cuando en la entrada de una gran superficie comercial alcancé a ver unas barreras d'ullastre. ¡Coño, las barreras de Menorca! Y allí estaba un puesto muy cuqui de productos menorquines (un par de ellos eran de Mallorca). Se me fueron los ojos tras las sobrasadas, los butifarrons negres y blancs, la ensaimada, los carquinyols, el gin xoriguer, entre lo que compré no faltó una botella por añoranza y porque recordé que un galeno de Ciutadella, que gloria halla, cuando la vida nos dejó ser amigos, me solía decir «amic Josep Maria, un ginet andijú pas runyóns, ma d'sant».

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Unos días después, en «Es Diari», Josep Pons Fraga anunciaba didácticamente la buena nueva de este puesto de venta de productos menorquines gestionado por Sa Cooperativa del Camp de Menorca, anunciándose como Farmers & Co, como quiera que uno de estos días voy a volver para mercar unas albarcas frailonas, le llevaré el recorte de lo escrito por Pons Fraga, que a buen seguro les alegrará el día como a mí me lo alegró descubrir que por fin puedo comprar en Madrid productos menorquines.