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En el procés catalán van de la mano diferentes capítulos de gastos, aunque finalmente podríamos decir que confluyen en una gigantesca factura. Veamos algunos ejemplos: según el ministro Juan Ignacio Zoido, el despliegue policial por el referéndum del día 1 de octubre, ha supuesto 87 millones de euros ¿cuánto se han gastado en preparar ese sucedáneo de referéndum? Es también muy llamativo el tiempo que lleva Carles Puigdemont y los exconsejeros huidos en Bruselas cerca de tres meses ¿cuánto cuesta cada día de estancia en ese país? ¿cuánto cuestan los honorarios del abogado Bekaert? Porque eso de que usted sr. Puigdemont no esté haciendo compañía al sr. Junqueras, Don Oriol, no sale precisamente barato ni tampoco parece que vaya a resultar rentable y ya sabe usted lo que pasa, hay cosas que por razones colaterales acaban siendo extraordinariamente caras. En el capítulo de gastos, quizá habría que añadir el séquito de primeras varas municipales que fueron hasta Bruselas a rendirle pleitesía, siendo de paso una noticia a la par que llamativa, absurda en los medios de difusión, pues no se me alcanza ver que interés tuvo aquello, que a no pocos les pareció una astracanada para un procés que ya está empezando a cansar a más de uno que vio la república que ofertaban como un hecho alcanzado y no por alcanzar. Era la palabrería orquestada por quiénes nunca tuvieron bien sopesada las dificultades y los costos de un proceso secesionista, aparte de distintos procesos judiciales que pueden terminar en algunos casos en un largo periodo de disciplina carcelaria. Desobedecer al Tribunal Supremo y al Constitucional, amén de algunas leyes de ámbito catalán, creyéndose que las mismas son para que las cumplan otros, en ningún caso puede salir penalmente gratis por el daño que precisamente se le estaría haciendo a la justicia.

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Con todo, lo más caro no es lo que se haya volatizado en orquestar el llamado procés crematísticamente hablando. Hay sin duda un gasto muy superior en algo que jamás debe despilfarrarse cuál es la pacífica convivencia, el derecho a no formar parte en ese agavillamiento dirigido por políticos separatistas que no han sopesado, y si lo han hecho, les ha dado igual, que lo que pretendían y acaso aún pretenden lleva aparejado fragmentar a la sociedad catalana, enemistar familias enteras, dividiendo a la población entre catalanes buenos y catalanes malos, creándose una especie de metástasis colateral hasta en las aptitudes idiomáticas, como pasa ahora por ejemplo en Balears en la sanidad, donde lo absurdo ha llegado a no mirar si el médico es bueno, regular o incluso malo de hacérselo mirar, lo que importa es que domine la lengua catalana. Imagínense si a tal Messi algún iluminado del Barça dijera: sí… sí… este jugador es un número uno pero no nos interesa porque no habla catalán. Sería como partirse el culo de la risa, por cierto ya que lo digo, Leo Messi lleva en Catalunya desde chico y por lo que yo sé no habla una palabra en catalán, pero acaso por eso ¿el catalanismo lo tiene señalado como un apestado?

Para venir a caer al final en la cuenta de aquellos separatistas que de tan republicanos que decían ser mientras arengaban a quiénes les enardecían lo que se les decía, se les cayeron los palos del sombrajo cuando cambiaron la cárcel por acatamiento a las leyes que tanto denostaban. Sus convicciones no aguantaron más que cuatro días, mientras el sr. Puigdemont por no pasar ni media hora en el trullo, está gastando en Bruselas lo que ni siquiera se sabe, con ese trajín añadido de haber si viene o si no viene, para que le voten como molt honorable, cuando lo que ha hecho es en ese sentido, lo más gordo que haya hecho un político en lo que va de democracia. Además déjenme que les diga que no soy capaz de entender como aún hay gente que fía el futuro de Catalunya en personajes a mi entender tan alejados de los políticos que transmiten confianza. Algo debe de tener este hombre que yo ignoro, porque si no, no hay forma de explicar esto.