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Vinieron las Pascuas y con ellas las ansiadas vacaciones. Y lo expreso así porque los padres que tenemos hijos pequeños lo entenderán. No he hecho nada extraordinario, simplemente volver a casa de mis padres, los abuelos de mis hijos. Hemos hecho todo lo que la tradición manda en mi tierra, volar el catxirulo, es decir la cometa. Hemos comido la mona, aquí es un bollo con bolitas de colores y en medio un huevo duro, o en su modernidad un huevo de chocolate. Se acompaña con longanizas secas. Se salta a la comba. Se va a la playa con las zapatillas pascueras, las 'victorias' de toda la vida, o también al parque de Sant Vicent Ferrer de Llíria.

Cuando llegas a la casa de sus abuelos, hay que adaptarse al medio siempre desde el respeto. Mi padre tiene una caja de cartón grande donde guarda todos los juguetes y similares. Mi hijo pequeño de casi dos años le encanta ponerse cosas en la cabeza. Y encontró dos diademas de peluches una de las orejas de una ratón negro, Mickey Mouse. Y otras de una osito marrón, Winnie the Pooh. Se imagina lector, lo siguiente de la historia. Pues sí, ha acertado. Mi hijo decidió ponerse las de negras y a mí me adjudicó las marrones. Y hacíamos las cosas del día a día en casa con nuestras orejas postizas, tan adaptadas que ya eran parte de nuestra sombra. Hasta mi padre mantenía conversaciones de ponernos al día, sin inmutarse. Era gracioso cocinar con ellas puestas. Alguna vez utilicé la metáfora de 'mamá osa', y parece que estas pascuas mi metáfora se hizo realidad. No se me ocurrió en ningún momento quitármelas, si me las ofrecía. Era su ilusión, y su imaginación la que está en juego. Y para qué frustrarle.

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Lo que hace la edad. No sé si lo describiré bien para que entiendan lo que les quiero decir. En todas las casas hay unos círculos o cuadrados por cada habitación donde se guardan los cables, los llamados registros de cables. Y para que quede recogido y estético van encerrados en estas cajas, con su tapa redonda o cuadrada. Vale, pues mi padre, su abuelo, las tiene redondas. Y como las paredes son blancas los círculos son blancos. Desde que llegamos, mientras le cambiaba el pañal, él me decía mirando hacia la dirección donde se encontraban «luna», y no caí hasta pasados dos días. Que es cuando dirigí mi mirada y lo vi con sus ojos. Efectivamente tengo en la casa de mi vida llena de lunas, -lo que pasa es que crecí y, la niña que fui se hizo Wendy-, y no las veía. Mi hija que tiene 20 meses más que él le corregía, «no son lunas Nadal, son redondos». Me entristecí, pensé cómo puede ser que no vea lunas. También entendí que ella ahora le están enseñando las formas. Y mi hijo lo que conoce como redondo son las lunas. Le dije a Amae, «pero es que él ve lunas. Y son lunas para él». Ella cambió de inmediato, y a la vez todos los adultos de las casa. Ahora tenemos lunas no cuadros de cables. Hasta para su abuelo.

@ariadnaserna