TW

No hay en todo el escalafón de los políticos en ejercicio y aun de aquellos otros que por fas o por nefas se han ido a su casa, ya digo, ninguno al que la política le ponga de tan buen poner como a Pablo Casado. Salga este hombre de donde salga, acompañado o en solitario, ve una cámara fotográfica o de televisión y ya tiene una sonrisa a todo lo ancho de la boca para regalar. Es difícil verle serio, ni siquiera lo estuvo cuando Cospedal o Soraya andaban intentando doblarle el codo en las primeras urnas democráticas del PP, en esa hora fundamental de votar para ver quién se llevaba el gato al agua en eso tan difícil de dirigir el partido. Tampoco ha perdido la amplia sonrisa en el asunto de su reto académico que ahora la Fiscalía ve sin mácula culpatoria. No digo yo para nada que este sea el caso pero recuerdo a otra Fiscalía, la de la infanta, y ahora junto a la del hombre que sonreía a la política y yo creo no cometer ninguno desdoro si digo que a mí, en caso de verme en aprieto judicial, ya me encantaría, ya, tener una Fiscalía que tuviera por bien hacerme idéntica justicia. Un servidor no es nadie para pretender más, que eso sí que no, pero oiga, tampoco menos. En esta tierra antigua, ya puestos, creo estar cierto en que todos somos hijos de Dios.