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El dinero que se recauda con la ecotasa puede ser un caramelo envenenado cuando se utiliza para la compra de patrimonio. Adquirir Sa Tanca de Sant Lluís, la parcela de S’Ermita de Ferreries, la inversión en las casas de Binicodrell de Es Migjorn, la creación de un museo marítimo en Es Castell y la inversión en las casas consistoriales de Ciutadella tendrá un coste de 5 millones de euros, a los que hay que añadir la compra de la sala Sant Josep de Ciutadella por parte del Govern, cuyo importe no se conoce todavía. Esta euforia en el sprint final de este mandato político debería crear al menos dudas razonables, más allá de ese ego de las autoridades por dejar una huella de su paso por las instituciones. Cada compra debería estar avalada por un plan para rentabilizarla (¿será productiva de alguna forma?), una estimación de los gastos de mantenimiento y de funcionamiento y saber cuánto costará su reforma o rehabilitación.

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La historia de la compra del edificio señorial de Can Saura en Ciutadella debería ser un aviso para navegantes. Se adquirió en septiembre de 2000 por 250 millones de pesetas (1,5 millones de euros). El PSM, con buen criterio, pidió que se definieran los usos para justificar un gasto tan importante. Las ideas iniciales que motivaron esa compra hace 18 años fueron: trasladar el archivo histórico municipal, convertirlo en hotel-escuela, que fuera sede del palacio de congresos que después el PTI iba a contemplar para Ciutadella, o que sirviera para la sede universitaria de la UIB que finalmente se fue para Alaior. Es decir, de lo que motivaba la compra nada se ha hecho realidad. Después se pensó en ofrecerlo como parador nacional o como sede de los juzgados. Al final, un edificio muy caro de compra y de mantenimiento será, cuando se pueda, la sede del museo que estaba en un bastión de las murallas, una buena ubicación con posibilidades de mejora.

La compra de patrimonio es un gasto con eco si no se plantea como una inversión productiva.