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Fueron dieciséis valientes, dieciséis comprometidos inasequibles al desaliento con la ya fatigosa causa los que se lanzaron al asfalto y caminaron durante seis kilómetros por la carretera general el pasado domingo para exigir la demolición de los puentes levantados e inacabados durante la anterior legislatura, entre Maó y Alaior.

La mínima capacidad de convocatoria en este caso, si la comparamos con las movilizaciones en aquellos tiempos en los que gobernaba el Partido Popular, artífice del proyecto, ha provocado sorpresa en algunos sectores y un indisimulable cachondeo en otros.

Las obras de la carretera general debido a la demora en la adopción de decisiones dan para toda clase de reacciones. Y es que han transcurrido cuatro años y aquel compromiso de los partidos de izquierda con la demolición ha quedado, por ahora, en el limbo. Ni se han derribado ni han arbitrado una solución a corto o medio plazo para reanudar las obras.

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Entonces era más fácil manifestarse contra Luis Alejandre y compañía exigiendo la retirada de los puentes que hacerlo ahora contra sí mismos porque han sido estas formaciones las que han dirigido la Isla desde 2015. El resultado de su gestión en este tramo de la general es, hasta ahora, del todo inapreciable.

Solo bajo esa consideración puede interpretarse el desamparo en el que dejaron los afiliados o simpatizantes de esos partidos políticos a las dieciséis personas que, pese a todo, decidieron continuar adelante con la caminata.

Rearfirmantes en sus convicciones, no es de extrañar que los concentrados en representación de SOS Menorca y Menorca reserva de la bitlletera llegaran a sentirse decepcionados ante el panorama con el que se encontraron.

La mínima respuesta a esta última convocatoria, no obstante, también se justifica en el hastío de un tema del que ya se ha hablado demasiado para acabar haciendo poco o nada.