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- Ya sabes que Superman era un héroe de pacotilla. Como lo saben, igualmente, tus lectores. ¿Quién no ha iterado, alguna vez, aquella broma rancia sobre la estupidez que implicaba cambiarse de ropa en una cabina transparente de teléfonos? O esa otra, referente a la manía que tenía el personaje de ponerse aquellos ridículos calzoncillos sobre los pantalones y no debajo, como hace, más o menos, todo hijo de vecino…

- Menuda parrafada -te contestas-.

- Y es que hoy el cuerpo, tras tantas elecciones, debates, discusiones, juicios y un largo etcétera te pide hablar de chorradas -te contestas por segunda vez-.

Pero resulta fácil criticar a ese hortera, pero no tanto al hombre a secas…

Binibèquer. Sábado. Algunos temerarios se bañan y están ya con el agua al cuello… De repente, comienza a lloviznar y los susodichos salen despavoridos del agua porque, según vociferan, se están «empapando». Y tú les preguntarías: «¿Pero a qué viene tanto pánico a mojaros si ya lo estabais?». Si esto fuera un whatsApp, adjuntarías aquí el emoticono del bobalicón con eterna mueca de incomprensión. Piensas, entonces, que tal vez los nadadores traten de salvar sus pertenencias de la lluvia, pero resulta que no… Que están a buen recaudo. ¡Dios! ¡Y os llaman racionales!

Domingo. Votas. Día de sonrisas y fotos. Ese día tan curioso en el que todos acaban venciendo, aun perdiendo. A la salida, alguien te pregunta por quién has optado y, sin esperar respuesta, te espeta: «¡Ya sé! ¡No querrá decírmelo!». Y vuelves a inquirirte sobre la naturaleza humana. Si cree que no vas a responder, para qué te pregunta ese chaval. El chaval, encuestador de no sé qué, se queda estupefacto cuando le comunicas que has dado tu voto a Águeda Reynés. Y le razonas la respuesta (algo que, por lo visto, le importa un kínder y parte del otro).

- ¿Qué le dijiste?

- Que lo hiciste porque la sabes honesta, trabajadora y extremadamente tolerante. Todo un prodigio en estos días. Y porque tenías la plena convicción de que no se valoró, por prejuicios ideológicos, debidamente, su anterior gestión…

- Si gana te llamarán «pelota»…

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- Escribes este artículo el domingo 26 a las 16 horas…

- Además…

En las municipales no te importan las siglas, sino más bien las personas. Si se te hubiera permitido (listas abiertas) habrías escogido, también, a otras personas, de signos políticos muy dispares entre sí…

- ¿Y luego?

- Te das un paseo por el puerto. Hoy puedes. Como la cuesta de Corea te la tiene jurada y tus sesenta y dos años te recomiendan prudencia, optas por el ascensor. De hecho, no eres un héroe. Tal vez por ello te mudes de ropa en casa y lleves los calzoncillos por debajo de tus pantalones… En el breve recorrido te acompañan cuatro personas. Solo hay una opción para el elevador. Estáis en cero y únicamente es posible marcar el piso primero. Uno de tus compadres de viaje te espeta: «¿A qué piso va?». Y tú, ¡a ver!, que te da por decirle: «Al decimosegundo». Pero eliges la educación, que en nada ofende y todo lo embellece. No contento con su proeza anterior, prosigue: «¿Sube usted arriba?». Y aquí sí que tienes que reprimirte, al apetecerte mogollón contestarle que no, que tú siempre subes abajo y bajas arriba…

¿Será un virus?

Ya de regreso, pasas por la estación de autobuses. Una estación en plena ebullición. Un chaval te para y te inquiere si es esa la susodicha estación de autobuses. Tú miras alrededor y le contestas, aterrado, que sí… El chaval dice que quiere «coger uno» y tú le das ánimos. ¡Cómo no aparezca el mentado Superman!

Ya en tu piso, optas por el elevador. Pero ya no sabes si has de subir arriba o abajo o bajar arriba o bajar abajo. ¿Será el germen contagioso?

A la postre, te tranquilizas al pensar que estás viviendo una especie de resaca comunitaria… Y es que, tras unas elecciones, todo es posible. Pero, tranquilícense… Subiste arriba y lograste entrar en tu casa sin necesidad alguna de entrar volando con una capa roja y unos calzoncillos sobre el pantalón…