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Tengo un problema de tamaño. Bueno, en realidad es de espacio. Estoy, actualmente, viviendo al límite y el universo, ante tal despropósito, me manda señales. Si te soy sincero, no es ninguna conexión metafísica interestelar, simplemente que los cacharros electrónicos que manejo en mi día a día me acosan, como si fueran una suerte de cobrador del frac, con mensajes de que se están quedando sin memoria y sin espacio para seguir acumulando lo que sea que acumulan y que tengo que comprar más espacio. Son muy cansinos.

Te lo tomarás a guasa, seguro, primero porque estamos en agosto y a ti, amigo lector, mis problemas de tamaño te la traen al pairo, y segundo porque no te ha pasado nunca y no cuentas con la suficiente empatía para ponerte en mi sufrido lugar y entender en el círculo vicioso en el que me encuentro y del que veo difícil escapar.

Como no lo termino de entender, intentaré explicártelo de una forma sencilla. Tengo un teléfono de última generación –o lo era hace algunas generaciones- conectado a algo que se llama ‘la Nube’, que es como el actual presidente del Gobierno, todo el mundo sabe que está, que existe, pero nadie tiene ni idea de qué puñetas hace ni para qué sirve. Volviendo al móvil, se ve que mi teléfono y mi ordenador comparten estantería en esa ‘Nube’ y el espacio es limitado.

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En los últimos años debo haber ido acumulando basura cibernética como para que a mi ‘Nube’ le dé un empacho o una indigestión 2.0. Ahora tengo el teléfono y el ordenador con un cólico nefrítico que no lo arregla ni una piscina de bicarbonato. A ellos se ha sumado el correo… No sé cómo narices he llenado 15 gigabytes (Un porrón de espacio) con emails, a priori, de trabajo. Es como intentar llenar esa piscina de bicarbonato gran o a grano. Necesitas mucha paciencia, mucha salivita y saber y entender, verdaderamente, cómo narices se la metió el elefante a la hormiguita. O la elefanta al hormiguito.

¿Y qué pasa si tengo la ‘Nube’ llena? Que mi ordenador, mi teléfono y mi correo –tengo más de 6.000 emails- no funcionan con la agilidad que deberían. Está claro que no se va a acabar el mundo, pero sí que sirve para que me haga una pequeña reflexión que quiero compartir contigo.

En plena batalla contra el plástico y la generación de desechos que están transformando el planeta en un gran vertedero, deberíamos pararnos a pensar cuál es la cantidad de basura informática (emails sin sentido, memes en el móvil, selfies inútiles…) que generamos y consumimos. No porque vayamos a saturar el espacio disponible, sino porque esa falta de sensibilidad es, probablemente, la misma que tenemos con los plásticos, con los animales, con las otras personas….

dgelabertpetrus@gmail.com