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Ir al supermercado a comprar con hambre es una cagada: nos va a apetecer todo, y seguro que nos olvidamos de papel del wáter y acabamos comiéndonos una caja de Oreos (publicidad gratuita una vez más) antes de salir del parking. Porque nos puede el ansia viva, nuestro estómago vacío anula el raciocinio y la lista de la compra se convierte en la cesta de los disparates. Al llegar a casa veremos que nos falta todo lo sano y básico, y nos sobran cosas inútiles, o que solo aportan azúcar, conservantes y colorantes a cascoporro. Nuestras conexiones neuronales se van al carajo en cuanto nos rugen las tripas.

Somos mucho de movernos por impulsos eléctricos muy simples, por eso llamamos ‘DJ’ a Kiko Rivera, o ser humano a Marcos de Quinto -recuerden que denominó: «bien comidos pasajeros» a las personas del Open Arms-. Nos lanzamos a la piscina sin comprobar el fondo, y las hostias son monumentales. ¿Para qué perder el tiempo contrastando noticias? ¿Para qué escuchar los datos con calma y sosiego, si puedo vomitar en las redes sociales las primeras mierdas que se me pasen por la cabeza?

Una mujer está muy grave porque recibió en plena cara la coz de un caballo en las fiestas de Sant Climent. Lo primero sería desear la pronta recuperación de esta persona y punto. Y después, con mucha delicadeza, estudiar por qué pasó y las posibles opciones para intentar que no se repita. Y los factores a tener en cuenta deben ser muchos: aglomeración de personas, experiencia de los caixers, estado del caballo, niveles etílicos del personal, medidas de seguridad tomadas, cómo afectan las altas temperaturas, y un largo etcétera que dada mi ignorancia se me escapan. Y una vez escuchado a los que saben de esto, sacar alguna conclusión y tener una opinión, o no, porque hay temas en los que nos perdemos y nuestra opinión puede ser más absurda que montar una fiesta de disfraces en un camping nudista.

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Todos hemos pecado alguna vez, queridos lectores, de ser unos bocachanclas, y en el acaloramiento del hecho hemos soltado alguna estupidez. Pero al menos no pretendemos sentar cátedra con lo que decimos, ni nos erigimos en iluminados en posesión de la verdad completa. Esas prisas por ser los primeros en abrir la boca demuestran que nuestro egocentrismo nos pierde más que a Homer Simpson. Y además nos la cuelan doblada una vez tras otra.

Una avalancha de noticias fake nos puede llevar directamente a una vida de mentira, basada en falsedades. Si yo les cuento que la palabra daltonismo viene del famoso coronel de los casacas rojas, el inglés John Dalton Brown (siglo XVIII), quien la lió parda al enfrentarse a la brigada francesa de los Cazadores (los aguerridos Chasseurs), que vestían de verde, matando al no distinguir bien los colores a un montón de los suyos, y que, abatido por el suceso, dedicó su fortuna a fundar el Club de Daltónicos de Greenredwhat para estudiar esta enfermedad que hoy en día padecemos millones de personas, les estaría presentando una anécdota que podría ser perfectamente cierta, veraz solo en parte, o tal vez completamente inventada.

Si a alguien le interesa el origen de la palabra ‘daltonismo’, investigará y contrastará el párrafo anterior. Y si no, al menos que no se lance a dar su opinión basándose en lo que puede ser una información manipulada por mí simplemente porque así me parece más divertida. Por otra parte, no olviden que este artículo es para pasar el rato, sin más valor que el que le da cada uno de sus lectores. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com