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Jean-Claude Juncker se ha despedido de su cargo al frente de la Comisión Europea con un discurso en el que nos invita a luchar por Europa y a combatir el nacionalismo excluyente. Sí, queridos lectores: lo que no se defiende, se pierde. El Reino Unido necesitará otra prórroga para salir de la Unión, mientras las relaciones con EEUU siguen deteriorándose con un presidente histriónico y proteccionista. Nacionalismo puro y duro. Eso nos deja un panorama muy complicado. Son tiempos de Big Data, Big Mac y Big Brother.

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Ante tanta falta de perspectivas, florecen las alianzas de la intolerancia, como las de Otegui y sus muchachos. El desprecio a la Constitución es un síntoma de los anhelos de sustituirla por otra cosa. La confusión se apodera del ambiente, con fachas que insultan a los fachas y con radicales que usan medios violentos para desestabilizar y alterar la convivencia. Muchos han dejado de ser críticos, ya que dichos movimientos tienen las características de una secta subvencionada. No salen de su círculo vicioso. Le han dado el Premio Nacional de Narrativa a una mujer que aboga por incendiar comercios en lugar de hacer negocios. Otro síntoma de los tiempos que corren. Los que se llenan la boca con la palabra libertad, impiden la libertad de circulación de los otros. Son ecologistas que queman contenedores para que los ciudadanos respiremos aire tóxico.

Hay más soluciones que nunca, pero no entendemos el problema.