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¿Estarían dispuestos, queridos lectores, a comer insectos?, es más ¿estarían dispuestos a comerse un pan hecho con harina de cucarachas? Imagino que a bote pronto la respuesta es no, que ni de coña. Pero no nos precipitemos, un equipo de investigación de la Universidad de Río Grande, en el sur de Brasil, compuesto por la ingenieras de alimentos Andressa Jantzen y Lauren Menegon han fabricado una harina hecha a base de cucarachas deshidratadas. No vomiten todavía, que las cucarachas que usan son solo las del tipo naphoeta cinérea, conocida también como cucaracha langosta. Bueno, si lleva langosta ya debe ser otra cosa, quién les dice que algún chef esnob no le da por hacer fusión mediterránea en Menorca y elabora una rica caldereta de cucaracha de langosta a 200 eurazos el plato, no descarten nada, absolutamente nada.

Según el equipo de investigación carioca- que está muy bien que se dedique a esto y no a votar a Bolsonaro, o lo que es peor, a practicar capoeira,- el pan de cucaracha es la hostia desde el punto de vista nutricional, si una rebanada de pan tradicional casero tiene 9,7 gramos de proteína, el pan de cucarachas tiene 22,6, además las cucarachas se reproducen a lo bestia y cuesta poquísimo criarlas, lo cual abarata el precio un montón. Según la ONU para el año 2050 seremos unos 9.800 millones de personas en el planeta, algo habrá que comer. Unas cervecitas bien frías con un tapita de extrañas aceitunas con patas.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los insectos ya forman parte de la dieta de 2.000 millones de personas, casi nada, y no dejan de alabarlos por su potencial como fuente nutritiva respetuosa con el medio ambiente, mira que bien, que lo usen para la inútil cumbre del clima que hacen en Madrid encabezada por ese alcalde tan ecologista. Ya estoy viendo el nuevo menú del bar Manolo: de primero paella de saltamontes, o cocido de orugas, y de segundo cochinilla asada con guarnición de avispas, o escarabajos encebollados, de postre helado de hormigas. Por fin cobrará sentido literal la expresión «como una olla de grillos».

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Que haya científicos comiéndose el coco para encontrar alimentos sanos y baratos en un planeta esquilmado es genial, lo que temo es que en cuanto la cosa se desate locamente, desde el punto de vista comercial, las grandes compañías que manejan el cotarro, tipo Monsanto, se harán con el monopolio de los insectos y lo comercializarán como les salga de las pelotas, para que nadie olvide quien tiene la sartén por el mango.

Miren lo que ha ocurrido con el aguacate, hace un tiempo solo lo usábamos para hacer guacamole, y hoy en día mueve una pasta que lo flipas y hay unas mafias del aguacate que ríete tú del cartel de Sinaloa, le llaman el ‘oro verde’. En el documental «Los aguacates del diablo», realizado por la cadena France 2 (se puede ver en Youtube), se narra cómo el ansia del mundo por conseguir aguacate ha llevado a la deforestación de bosques y la intoxicación de pueblos enteros.

Montan campañas publicitarias muy chulas para que comamos lo que ellos quieren y cuando ellos quieren, y nos creemos muy guais, y muy libres, porque nos hacemos hamburguesas de quinoa y usamos bolsas de basura biodegradables perfumadas con jazmín. Los que pertenecemos a la generación que disfrutaba con los dibujos de «La Hormiga Atómica», nos conformamos con muy poco, mientras que no falte nunca la cerveza y una tapa de olivas sin patas, ya vamos tirando. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com