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Lo imposible ha vuelto a suceder. Por lo menos, en nuestras mentes limitadas lo era. Pero no todo cabe en nuestra cabeza. La realidad es más amplia y compleja de lo que somos capaces de prevenir. Quién nos iba a decir que un enemigo invisible, no humano ni extraterrestre, nos iba a poner en jaque como especie sin hacer excepciones ni distinciones. De forma insidiosa e implacable, siguiendo fórmulas matemáticas de contagio. Saturando nuestra capacidad de respuesta con la velocidad de su ataque. Cuando esta crisis pase, con sus devastadoras secuelas, los que la hayan atravesado ya no serán iguales ni el mundo será el mismo que habíamos conocido hasta ahora. Habrá cosas mejores y peores, pero tendremos que mirar hacia delante para reconstruir juntos una sociedad traumatizada.

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El enemigo invisible habrá hecho visibles algunas cosas que jamás deberíamos olvidar: la solidaridad, el heroísmo, la unidad por encima de otras diferencias o desavenencias, la resiliencia y la abnegación de la mayoría, los que han dado o no han dado la talla, la necesidad de contacto social, las caricias y los besos, una mejor jerarquía de los valores, la necesidad de vivir sin aplazar lo esencial hasta un mañana que no existe… de repente, se hará luminosamente claro que la vida es bella, que el amor sobrevive a todas las desgracias y que saldremos de esta guerra terrible a pesar de las cuantiosas bajas. Siendo mejores, más sabios y más fuertes.