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En época de confinamiento, tu mente decide si tu casa es prisión o fortaleza inexpugnable. Cuando la muerte campa a sus anchas democratizando el dolor, nuestra vida adquiere un sabor desconocido por lo frágil e imprevisible que resulta todo. Hoy vivimos a la defensiva, entre la duda y la angustia por si la infección nos alcanza. Éramos ricos sin saberlo. Basta ver las fotos almacenadas en el teléfono para comprobarlo. ¡Qué cerca estábamos unos de otros! ¡Por qué tonterías nos peleábamos! Los líderes que veneraba la gente, hoy nos parecen ridículos.

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En situaciones así, muchas vendas se caen de los ojos. Ahora, como en otros momentos históricos, resistir es vencer. Todos somos la resistencia. La forma de lucha ha cambiado pero el enemigo también. Antes, los mensajes se hacían virales; ahora, el virus es el mensaje mortífero que circula por todo el planeta. No caigamos en el desánimo ni en la amargura. Encontraremos la vacuna. Siempre hemos salido adelante desde el Paleolítico y estamos en la revolución digital. El mundo siempre se transforma. Ni las formas de vida ni la geopolítica pueden seguir igual. Sin embargo, por muy drásticos que sean los cambios, volveremos a pasear por las calles y caminos, a darnos besos y abrazos, al trabajo y al ocio, a las aulas y los bares… nos enfrentaremos a nuevos problemas y desafíos cuando todo esto se haya convertido en el recuerdo lejano de una atroz pesadilla. Como siempre.