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Una de las frases convertidas en tópico es que «nada será igual» el día de mañana, tras salir de la crisis sanitaria. ¿Qué va a cambiar, realmente? Hay indicios que permiten aventurar algunas respuestas. Quizás se viaje menos en avión y se consuma más producto local.

El virus ha conseguido que aflore la gente buena, que no son pocos. Les caracteriza que hacen algo por los demás de una forma gratuita. Dejan que la humanidad no tenga precio. Su ejemplo es una esperanza para los que se van a quedar en la cuneta del estado del bienestar con la crisis económica que nos cae encima.

Porque el Estado no podrá con todo y aunque es fácil llenarse la boca con eslóganes solidarios la Administración no será la protagonista de la recuperación. Pero al menos debería facilitarla.

¿Va a cambiar la forma de actuar del poder político tras la lección vírica? No lo parece. Los pactos de la Moncloa no se invocan, se practican.

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El Gobierno PSOE-Podemos improvisa demasiado. Basta decir que nuestra Susana Mora ha anticipado, como reivindicación, medidas que después ha decretado el Gobierno.

No se percibe un cambio de actitud de la clase política. ¿Es posible que no reciban los mensajes que les está mandando esta sociedad que han confinado? Pónganse a gestionar lo que es de todos con la actitud de servir a los ciudadanos, desde el Gobierno o la oposición, desde un partido, una organización empresarial o un sindicato.

Los ERTEs no pueden ser selectivos, sino generales. En el poder político y en la Administración también. Habrá que definir las prioridades y lo que puede aplazarse, para enfocar el camino de salida. Lo que no sea urgente no necesitará de gestores que incrementen el gasto público. Lo que no sirva para responder a corto plazo, deberá esperar mejores tiempos.

Si en el paso de la crisis sanitaria a la económica, el poder político sigue igual, será una constatación de su irresponsabilidad insolidaria. Tomen ejemplo.