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Desde pequeños hemos sido vacunados. La enfermedad en los humanos es inevitable como la muerte. Una sociedad sin enfermos sería como una calle sin gente, algo extraño y difícil de creer. La Medicina lleva siglos luchando para esquivar a la muerte o aplazarla. Hoy valoramos por encima de todo el trabajo de los profesionales sanitarios. Algún día tendremos la vacuna contra el coronavirus que, por su letalidad, ha hecho que vivamos esta Semana Santa de manera diferente. Nos recuerda la expresión «la procesión va por dentro». A menudo, las muestras externas pueden estar vacías de contenido; o podemos vivir intensa e internamente, el significado de algo que se viene representando desde hace muchísimo tiempo. La sociedad deja tantas huellas a lo largo de la historia que, si no educamos a los ciudadanos para seguirlas y comprenderlas, muchas veces no somos capaces de descifrarlas y, por desgracia, se borran para siempre.

El domingo de Resurrección, para los creyentes, tiene un significado emocionante y alegre. Por eso, cantan el «Deixem lo dol». Abandonemos el duelo. Este año, el duelo es tan grande que tardaremos en dejarlo atrás.

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Es tiempo de llorar y de quedarse en casa, pensando en el Eclesiastés, que nos dice que hay un tiempo para todo. Y que sobra vanidad.

Cuando los científicos que trabajan a destajo encuentren la vacuna, será como una resurrección. Habremos vencido a la muerte y el calvario dejará paso a una vida nueva.