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Cuando vine a Menorca casi no sabía ni indicarla en el mapa. Se ha convertido en mi residencia, y en mi modo de vida y de sentir. Ella tiene algo que me hace sentir diferente. Es una isla diferente. Es una isla familiar, mindfulness, de caballos, de deporte infinito. De campo, de producto km0. De cultura, de arte, teatro. Es un isla dormitorio, de refugio. De calidad de vida. Un isla que acoge. Si alguna vez me preguntaran qué es lo que te hizo quedarte en este sitio, diría sin dudar: sus gentes. Las personas que viven aquí tienen una manera tan bonita de amar su tierra, de respetarla. Siempre me he sentido querida, acogida y respetada. Su lengua nunca ha sido un obstáculo sino un enriquecimiento. Es una isla donde trabajar para muchos y muchas ha sido una revelación. Personas con casa y que solo venían a pasar el verano por la situación de sus países o localidad se han venido a este trocito de isla por la covid-19, y les ha cambiado la vida para bien. Han descubierto que esto no es solo un paraíso sino que respiran mejor pese a llevar mascarilla.

Menorca es calma, pero también acción. Según qué círculos de amistades formes puedes tener una agenda muy completa de actividades. A veces hay que decir «no» a ciertos eventos porque sino sería un no parar de hacer cosas. Últimamente cuando voy a Valencia mi entretenimiento es concentrarme con los míos hasta cargar pilas familiares, pero se añora la calma de Menorca, el cielo abierto, la tranquilidad de los días, y la actividad de amistades que siempre proponen cosas que hacer.

Menorca en cuanto a la restauración ha dado un giro formidable. Puedes encontrar sitios encantadores donde pasar un tiempo entrañable. Y si quieres hacer deporte después de una jornada intensa de teletrabajo, ni te cuento.

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Nuestros hijos tienen al alcance todo tipo de deporte que quizás en una ciudad no tendrían tiempo por las distancias. Aquí se puede montar a caballo, vela, padel surf, gimnasia rítmica, patinaje, baloncesto, fútbol, bici, yoga, y un largo etc.

Curiosamente este mes en la revista «Living» del «Hola» Martín y Nina Varsavsky enseñan su casa de Menorca residencia fija. Martín que fue fundador de Jazztel, se declara un amante de Menorca, y eso que vino antes del bichito pandémico. Según sus palabras, cito textual «he recorrido todos los paraísos del mundo y debo decir que no he encontrado otro lugar como Menorca. Su combinación de naturaleza y cultura es imbatible».

Con esta última palabra me quedo, Menorca una isla ‘imbatible’.