TW

Cuando le decían a mi abuela que habían puesto un negocio igual al suyo y que le hacía la competencia, ella siempre contestaba: «El sol sale para todos». En efecto, el sol sale para todos, incluso para los menos afortunados; pero a veces, ¡menuda diferencia entre unos y otros! Ahora estamos en tiempos de crisis, ya está aquí la segunda ola del coronavirus y algunos auguran la tercera; se habla de vacunas que van a arreglar la situación… a largo plazo. También se habla de que no tendremos Navidades, que los Reyes Magos no son tan magos que puedan arreglar esto y aseguran que, como siempre, a río revuelto ganancia de pescadores. No veo que nadie haya bajado los precios, pese a que la economía sufre la falta de turismo, la falta de bares y comercios abiertos, la falta de empleos… Lo que veo es que todo el mundo pretende cobrar como antes, pese a que también todo el mundo dice que estamos ante una «nueva normalidad» o tal vez «anormalidad» total. ¿Cómo es posible que si los sueldos están por los suelos (o los suelos por los sueldos) los productos básicos aumenten de precio? Tengo por ahí una serie de titulares: «Los agricultores apenas cobran», «El consumo de frutas y hortalizas se ha incrementado un 16 por ciento», «La OCU ha detectado subidas generalizadas en los precios de todos los supermercados», «Los precios se disparan en plena crisis del coronavirus»…

Noticias relacionadas

No hay gambas en el mercado; los pescadores las dejan crecer para cuando vengan los turistas… si es que vienen. El verano pasado estuvimos esperando en vano a que vinieran los turistas ingleses. Los hoteles y muchos restaurantes se mantuvieron cerrados para no aumentar las pérdidas ante una clientela fantasma. Los apartamentos se llenaron de jóvenes juerguistas que no le temían a la epidemia, pese a lo cual algunos palmaron igual, después de pasarse noches enteras en blanco sin usar mascarilla. ¿No es todo un poco disparatado? Parece obvio que cuando la gente no tiene dinero por falta de empleo los precios bajen pero… ¡suben! Es como si después de una guerra pusiéramos el precio del pan por las nubes. Cuando yo era pequeño, veía a los viejos recoger un mendrugo de pan por la calle y besarlo. Cuando me extrañaba, los viejos me decían, si en tinguessis! Es decir, ojalá lo hubiéramos tenido durante la guerra… El sol sale, efectivamente para todos, para los con pan y para los sin pan, para los poderosos y los desvalidos, para los vivos y para los muertos, incluso para los muertos de hambre.