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Debemos concentrarnos en las cosas buenas, que son muchas y diversas, pero eso no quita que como seres pensantes y sufrientes, también seamos conscientes de las calamidades y desgracias que nos golpean o nos esperan.

Si dejamos que las cosas sigan su curso, puede que tengamos que lamentarlo. Ojalá que el relevo en la presidencia de EEUU sea un síntoma de que nos estamos curando del populismo, esa pandemia (más moral que mortal) que amenaza nuestras siempre frágiles libertades. Puestos a filosofar, es preciso preguntarse: de dónde venimos y por qué. Lo que nos lleva a la siguiente cuestión: a dónde vamos y para qué.

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Si queremos una sociedad libre, próspera, avanzada, tolerante y justa, no podemos esperar que llegue como si fuese algo inevitable o como un regalo caído del cielo. Ese tipo de sociedades tienen muchos enemigos, algunos muy poderosos, requieren esfuerzos y sacrificios, y no se construyen por sí solas. Lo mismo se hacen que se deshacen. La regresión está al acecho y aprovechará todos los resquicios que le dejemos

Hay calamidades naturales, como Filomena; y artificiales como Sánchez/Iglesias. Imperceptiblemente, nos llevan hacia otro tipo de sociedad. Lo iremos viendo con el paso del tiempo. Perderemos lo que no hemos sabido conservar. Muchos aspiran a la independencia, excepto la de los jueces.

Necesitamos vacunaciones masivas para erradicar la covid19. Solo entonces podremos vivir tranquilos. Vacuna matata.