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Y no, ser pacíficos no es inútil. ¿Lo ha intentado alguna vez el joven/la joven que esgrimió ese lema en una ‘manifestación’ pro Hasél? ¿Le hablaron, alguna vez, de Martin Luther King, de Jesucristo, de Mahatma Gandhi, de…? Ser pacíficos es, simplemente, costoso. Reproduzco íntegramente el contenido de un whatsapp firmado por Juan Manuel Jiménez Muñoz, un médico y escritor malagueño, en la esperanza de que ese/esa joven de la pancarta pierda las anteojeras que le/se puso y expulse de su corazón el odio que, en él, ha echado raíces, no dejando espacio alguno para ningún tipo de sentimiento positivo. A saber: «No es difícil amenazar a un semejante. Lo difícil es madrugar cada día para llegar al trabajo. No es difícil manejar una pistola. Lo difícil es manejar un azadón para labrar la tierra. No es difícil inventarse ripios para insultar al prójimo. Lo difícil es ser poeta. No es difícil quemar contenedores. Lo difícil es retirar la basura cada noche. No es difícil encerrarse en la Universidad para protestar por algo. Lo difícil es encerrarse media vida para sacar una carrera. No es difícil correr delante de la policía. Lo difícil es correr detrás de la sabiduría. No es difícil arrancar un adoquín para usarlo como arma. Lo difícil es ser un magnífico albañil que pavimente la calle. No es difícil herir a un semejante. Lo difícil es atender luego a los heridos. No es difícil destrozar el escaparate de un comercio. Lo difícil es arriesgar tu patrimonio para crear ese comercio y dar trabajo a los demás. No es difícil comentar la inmensidad del océano. Lo difícil es enfrentarse a la mar con una barca de pesca. No es difícil forzar una cerradura para vivir en la casa de otro. Lo difícil es pagar una hipoteca. No es difícil insultar a quien no opina como tú. Lo difícil es pensar que tal vez puedas ser tú quien se equivoca. No es difícil exigir nuevos derechos. Lo difícil es cumplir con los deberes. No es difícil pedir más libertad cuando ya se tiene la libertad de pedirla. Lo difícil fue conseguir la libertad cuando la libertad no estaba…».

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Me pregunto si ese/esa joven que exhibía, sí, ese lema, habrá trabajado alguna vez, si sabrá lo que es un azadón, si habrá escrito, alguna vez, un poema, si habrá retirado basura, si se habrá sacado una carrera (aunque, para costeársela, haya tenido que currar, como tantos hicieron, hacen y harán), si habrá corrido tras la sabiduría, si…

¡Qué triste todo! ¡Qué triste juventud/madurez/senectud con tanto odio! ¡Qué triste tanto ciego por mor de su fanatismo! ¡Qué triste vivir con tanto rencor visceral e irracional en las entrañas! ¡Qué triste, de verdad!