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En una universidad, una profesora propone a su alumnado un juego: cuando les enseñe una carpeta verde, sus discípulos, sin excepciones, sostendrán que, sin embargo, es roja… Para comenzar, solo falta una víctima, alguien ajeno a la propuesta, un alumno que llegue tarde… Al cabo de unos minutos, un estudiante arriba a destiempo, se excusa y se sienta. La docente inicia el experimento, preguntando a decenas de alumnos de qué color es la carpeta (verde) que esgrime en el aire. Ante la perplejidad del rezagado, todos señalan que la carpeta es roja… Finalmente, la doctora repite la pregunta al muchacho que llegó una vez iniciada la clase. Este, titubeante, asustado –y la palabra asustado es relevante- señala que la susodicha carpeta es… Roja… Esta experiencia se ha recogido en un vídeo que se ha hecho viral.

La docente, entonces, añade: «Está claro que la carpeta es verde y ustedes han sido testigos directos de la debilidad del ser humano cuando es sometido a la presión ambiental… Según Nietzsche, el mundo puede dividirse entre dos grupos de personas: las que siguen sus propios deseos y las que siguen los deseos de los demás. Las primeras son fuertes y no se dejan gobernar por nadie y las segundas son débiles y se limitan a hacer lo que dicen y hacen los demás. ¡No se preocupe! (dirigiéndose al alumno tardón). Esto es el pan de cada día… Somos muy sumisos y acabamos admitiendo las ideas de la mayoría. Incluso, en Alemania, la gente fue capaz de creer lo que repetía una y otra vez la propaganda nazi. Ya lo decía Kant con toda su amargura: «El ser humano es el único animal que necesita un dueño para vivir».

Imagínense que esa carpeta, su color, es un «Espanya ens roba», una idea racista, un «los judíos son los culpables de todo», la superioridad ética de la izquierda o… ¿Asusta no?

- A ti, por lo menos, sí…

Asusta porque os creéis libres y no lo sois; porque pensáis que actuáis con criterios propios, cuando, en realidad, lo hacéis con los que os han sido sutil y machaconamente impuestos. Asusta porque, desde las sombras, las clases dirigentes crean estados de opinión que, aborregados, seguís (como el de que la libreta era roja, cuando en realidad era verde). Efectivamente, Nietzsche tenía razón… Y a quienes manejan los hilos del mundo desde las sombrías profundidades de un poder hoy ya no identificado ni identificable, les interesa contar con ciudadanos crédulos, cobardes, sumisos. Y que el pueblo no sea pueblo, sino rebaño. De ahí, por ejemplo, el poco interés que los gobernantes sienten por las humanidades y que queda claro en el triste papel que, dentro del sistema educativo, juegan estas, papel que irá –no lo duden- en constante descrescente…

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Si eso siempre fue así, lo de hoy es aterrador, porque la capacidad de manipulación cuenta con poderosísimas armas: internet, influenciadores y un largo etc…

Y si lo dudan, pregúntense:

- ¿Serían ustedes capaces de salirse de whatsapp?

¿Sigues?

Es triste. Lo sabes. Porque a nadie le agrada reconocerse manipulado, ni manipulable, ni esclavo, ni títere… Y todavía menos cuando siéndolo, le han vendido a uno, precisamente, lo contrario. Por no hablar del control que se ejerce sobre el ciudadano. Porque aunque usted no conozca a quien dirige el cotarro, el que dirige el cotarro lo sabe absolutamente todo sobre usted a través de los medios citados, aparentemente inanes. Incluso pronto, y bajo la excusa de comprobar si recicláis bien, hurgarán hasta en vuestras basuras para averiguar qué tipo de vida lleváis y complacerse cuando esta tenga algo útil para vuestro control personal…

Dos opciones os propone Nietzsche. Y hay que elegir porque se está haciendo tarde: o aprendéis a ser fuertes y con criterio propio u optáis por la obediencia ciega y la fragilidad. A saber: o decís que la carpeta es verde a pesar de lo que diga el rebaño o, asustados por él, pronunciáis, avergonzados, un entrecortado «roja»… En definitiva: escoger entre ser esclavo o no… Entre tener un dueño o no…