TW

Últimamente, las elecciones son tan dramáticas que dan miedo. Cuando no es Cataluña es Madrid. Incluso las de EE. UU. son radicalmente agresivas. El asalto al Capitolio es un símbolo de democracia amenazada por los populismos. Parece que solo hay dos opciones: cara o cruz, pares o nones… las catalanas no han resuelto nada porque una mayoría vota en plan rupturista e, incluso, antisistema. Un movimiento transversal bien financiado desde hace años que podríamos denominar las «Coses Nostres» sigue haciendo de las suyas. No puede acabar bien. Frustración, ira, odio… caldo de cultivo decadente que traerá más ruina y violencia.

Lo peor de las campañas es el estilo grosero, zafio, maniqueo, donde se ataca con saña al rival en lugar de proponer algo positivo. Caín y Abel. Nuestro pecado original. Cuando tendríamos que cooperar para resolver los graves problemas que padecemos, todo consiste en alcanzar el poder como sea. Competir hasta hundir a los rivales. Los medios actuales no fomentan la reflexión sino inmediatez y simplificación. ¿Cómo vivir en una realidad compleja con un pensamiento simple? La recuperación económica precisará de un esfuerzo colectivo ingente y mucha empatía. En estas circunstancias, las disputas ideológicas son ilógicas. Excitar emociones solo fomenta divisiones. El mundo nuevo es irreversible. Se buscan constructores, no salvadores.

La España descerebrada lleva hacia un futuro descorazonador.