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Hay una diferencia abismal entre ser idiota y que piensen que eres idiota. O para que lo entiendas mejor, la diferencia más clara es que el primero esperará de verdad a que sean las tantas de la noche para poner lavadoras sin importarle lo más mínimo la poca vergüenza que tiene el tarambana que ha tomado la decisión de la subida de la tarifa eléctrica, mientras que el segundo hará como que no le importa la decisión del líder supremo.

No sé tú, pero a mí, por la noche, me gusta dormir. Y no es solo que me guste, es que ha llegado un punto en que lo necesito. He cogido la costumbre y cambiar horas de sueño por levantarme a poner la lavadora me viene regulín. Cuando nos decían que de todo este follón de la covid-19 íbamos a salir mejores, sinceramente, me esperaba otra cosa.

Pero bueno, he visto tantas cosas en el último año y medio que poco me sorprende ya. Aunque, si te soy sincero, me molesta que me tomen por idiota y, encima, me toquen la cartera de una forma tan fuerte.

Aunque podría ser peor. Leí hace unos días que un «artista» italiano ha vendido una obra invisible por unos 15.000 euros. Eso, en parte, me tranquiliza, puedo respirar aliviado porque no soy –ni somos, amigo lector– el idiota al que más le han tomado el pelo, le han tocado la cartera o lo han tomado por idiota. No, el inversor anónimo que pagó 15.000 euros por absolutamente nada, nos gana por goleada.

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Aunque para cara de idiota, la que se te queda cuando de golpe y porrazo llega un Tribunal Supremo –que es algo así como una comunidad de vecinos encabronada– y te tumba el imperativo del toque de queda y las restricciones recordándote que gobiernas, sí, pero que no eres un ser superior ni tienes la razón absoluta. Poco, o casi nada, tiene de serio que la persona que te impone un toque de queda y unas restricciones en el número de personas que se reúnen sea la misma que se lo pasa todo por el forro del gintonic.

Pero bueno, es lo que te decía. Una cosa es que se piensen que eres idiota y te traten como a tal, y otra es que lo seas. Como decía aquel, todo es cuestión de actitud. La actitud con la que pones la lavadora, el lavavajillas y la secadora a las 2 de la madrugada, y la actitud con la que eres capaz de soplarle a un infeliz idiota 15.000 euros por absolutamente nada.

Lo mismo tengo mi casa repleta de obras de arte, soy millonario y no he sido capaz de verlo. Aquí falla mi actitud. O que a mi alrededor no son tan idiotas como otros piensan.

dgelabertpetrus@gmail.com